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Introducci�n
Los fen�menos de autoinmunidad han adquirido notable relevancia en las dos
�ltimas d�cadas. Su relaci�n con el estr�s, la interacci�n Cortico-hipofiso-suprarrenal
que �ste produce, y el interjuego constante entre el sistema neuro-endocrino
y el sistema inmunitario obligan a la reflexi�n. Las comunicaciones
cient�ficas se�alan con frecuencia la concomitancia de dos o m�s
enfermedades autoinmunes en un mismo paciente o en varias personas de un
grupo familiar. Algunas de estas enfermedades son de serio pron�stico, ya
sea por la morbilidad o por el deterioro de funciones que involucran la
calidad de vida, la funci�n reproductiva o la condici�n ps�quica de quienes
las padecen.
En atenci�n a estos hechos, consider� importante referirme a la Tiroiditis
Linfocitaria Cr�nica. Esta enfermedad tiene la peculiaridad de pasar
inadvertida, en ocasiones ignorada, a causa de su presentaci�n variable o
insidiosa. En la pr�ctica de mi profesi�n he hallado pacientes de sexo
femenino que llegan a su menopausia con una historia de infertilidad, o
depresiones, esterilidad, alteraciones metab�licas con impacto vascular y
sin diagn�stico. En general esto es as� porque su sintomatolog�a no motiv�
la consulta o porque la enfermedad no pudo ser diagnosticada.
Es necesario se�alar, al respecto, que el avance de los m�todos
bioqu�micos, y de los conocimientos en el territorio endocrinol�gico,
permiten hoy este tipo de reflexiones. Actualmente esta enfermedad, mejor
conocida, exhaustivamente investigada en los pacientes, ha adquirido
relevancia. En un consultorio especializado, es de frecuente diag-n�stico,
y hallarla, explicar acerca de ella, significa para el paciente (y para sus
familiares) un sendero que conduce a la prevenci�n primaria de dislipemias,
hipotiroidismo y carcinoma tiroideo, un alerta con respecto a eventuales
enfermedades autoinmunes asociadas, y casi siempre una soluci�n para el
motivo de consulta. Esta enfermedad, que requiere de observaci�n, sutileza
y paciencia para su hallazgo, no es, desde mi �ptica, ni insignificante ni
sencilla.
Su abordaje nos recuerda que la medicina es ciencia y es arte.
Y cuando mujeres hasta entonces inf�rtiles o est�riles, llegan con su
reci�n nacido en brazos, radiantes... sonr�o, pensando en la minuciosidad y
en la grandeza del Dr. Hashimoto.
Definici�n:
La tiroiditis linfocitaria cr�nica es una inflamaci�n de la gl�ndula
tiroides en la que se reconoce una etiolog�a autoinmune, de car�cter
hereditario dominante. Cursa con per�odos de remisiones y reagudizaciones
sucesivos, espont�neos, librada a su evoluci�n natural, constituye una de
las etiolog�as del hipotiroidismo secundario. Esta en-fermedad fue
descripta por Hashimoto en el a�o 1912. Cuando se presenta con Bocio es
denominada "tiroiditis de Hashimoto"(1) (4) (8).
Referencias hist�ricas:
Como se mencion�, este enfermedad descripta por Hashimoto en 1912, presenta
una historia paralela a lo de los elementos que enriquecieron su diag-n�stico
en el transcurso del tiempo. En 1956, Doniach y Roitt por un lado, y
simult�neamente Witebsky, descubrieron los anticuerpos contra ant�genos
tiroideos, en pacientes que presentaban cl�nica de esta enfermedad. En 1978
se descubri� el anticuerpo antitiroglobulina por tests de hemoaglutinaci�n,
el anticuerpo contra microso-mas citoplasm�ticos (mediante t�cnica de in-munofluorescencia)
y el anticuerpo contra ant�genos del coloide folicular (que no era
tiroglobulina). Se observ� que dos pacientes con tiroiditis linfocitaria
cr�nica presentaban altos t�tulos de los anticuerpos en plasma ( en un 75 -
100 % de los casos). Inicialmente se sugiri� que los anticuerpos
antiglobulina comenzaban a formarse por escapes en esta prote�na desde
fol�culos. Esto se deber�a a que hasta entonces la tiroglobulina, desde la
�poca fetal, permanecer�a aislada de los fol�culos tiroideos, explic�ndose
as� un "per�odo de tolerancia inmunol�gica" por ausencia de ant�geno en
circulaci�n. Esta teor�a perdi� vigencia al constatarse la permanente
presencia de tiroglobulina en la sangre.
El car�cter hereditario, transmitido como dominante fue aceptado sin
discusi�n(1).
En 1926 se descubri� el s�ndrome de Schmidt consistente en la asociaci�n de
tiroiditis lin-focitaria cr�nica, enfermedad de Addison y ocasionalmente
Diabetes Mellitus(2).
Posteriormente se observ� la concomitancia de la tiroiditis de Hashimoto (y
tambi�n de la enfer-medad de Graves Basedow), con otras enfer-medades de
etiolog�a autoinmune.
El centellograma tiroideo y las ecograf�as fueron delimitando
caracter�sticas de la tiroides en las fases iniciales y terminales de la
enfermedad. Luego, la punci�n tiroidea con aguja gruesa, y finalmente con
aguja fina brindaron al cit�logo la oportunidad de poner el sello al
diagn�stico de tiroiditis de Hashimoto. Actualmente la tiroiditis de
Hashimoto se diagnostica aunque presente pocos s�ntomas y pobre signolog�a:
los dosajes hormonales, la presencia de anticuerpos y de punci�n con aguja
fina bajo control ecogr�fico configuraron un mosaico para el diagn�stico de
este entidad nosol�gica en forma definitiva.
Cuadro cl�nico
El motivo de consulta de estos pacientes suele ser la dificultad para bajar
de peso. Generalmente en la anamnesis se reciben datos que los pacientes
nos relatan espont�neamente: ca�da de cabello, alteraciones de humor,
cansancio que en oca-siones conduce a la abulia, falta de iniciativa,
alteraciones del ciclo menstrual, u�as descama-tivas, piel seca, sensaci�n
de fr�o. Lo interesante es que, si ese relato fuera integral, el
diagn�stico de hipotiroidismo ser�a de f�cil sospecha. Pero en realidad (en
general en pacientes de sexo femenino) el cuadro cl�nico es mono u oligo-sintom�tico.
Es muy llamativo esto, pues cuando se interroga acerca del aumento de peso
en los embarazos (y la dificultad para recuperar el peso anterior), o las
circunstancias del mismo, las caracter�sticas del parto, o en ocasiones las
presiones psicol�gicas que soportaba la emba-razada suele rescatarse un
dato constante: como un hito en su historia personal � cl�nica surge la
existencia de un estado de estr�s. Este es un componente del relato que, si
no surge espont�neamente, constituye un dato digno de investigar. En el
interrogatorio no ha de faltar la investigaci�n de antecedentes personales
y heredofamiliares(10). Ha sido ya aceptado que la mujer tiene mayor
sensibilidad para las enfer-medades autoinmunes. De forma que aquellos
s�ntomas de presentaci�n que llamamos "insidiosa" o "proteiforme", como
pueden serlo la pubertad precoz o retrasada, el s�ndrome de galactorrea -
amenorrea, abortos espont�neos, alopec�a (que puede ser areata o
universal), deben alertarnos(11) (12). M�s a�n si existe historia de
patolog�a tiroidea previa(10).
Conviene se�alar la presencia de estas enferme-dades autoinmunes, como la
enfermedad de Addison (9) (10) constituyendo el s�ndrome de Schmidt, o la
asociaci�n de Diabetes(12) que no siempre es autoinmune(10), anemia
perniciosa (en un 50 - 100% de los casos), artritis reumatoidea, hepatitis
lupoide, lupus eritematoso sist�mico, o anemia hemol�tica(1). Se ha
mencionado que la enfermedad de Graves Basedow, la tiroiditis autoinmune y
el mixedema podr�an ser variantes de un mismo proceso patol�gico(1); la
literatura abunda en referencias al respecto. Pero, puesto que no existe
certeza fehaciente, quiz�s sea prudente aludir a ello sin pretender opinar
en forma concluyente.
En 1988 Agaton public� la descripci�n de Daily W.E., Lindsay S. y Skahen.
Por primera vez estos autores describieron en 1955 la asociaci�n entre
c�ncer de tiroides y tiroiditis linfocitaria cr�nica, � su variante la
tiroiditis de Hashimoto(4). Es oportuno se�alar al respecto que no toda
tiroiditis cr�nica autoinmune corresponde a la enfermedad descripta por
Hashimoto.
La tiroiditis cr�nica autoinmune es la m�s com�n de las tiroiditis, y
aunque se describi� su mayor frecuencia en ancianos(8) la presentaci�n en
la pubertad y en la edad media de la vida ha sido frondosamente ilustrada
(1) (4) (12) (13) (14)(20). Por lo tanto es insoslayable la aclaraci�n de
las formas de presentaci�n que definen esta entidad nosol�gica.
Cuando estamos frente a la forma "no bociosa" de la enfermedad, se trata de
tiroiditis cr�nica autoinmune atr�fica. En cambio si se presenta el bocio,
�ste le pone el sello a la denominaci�n de "tiroiditis de Hashimoto"(8).
Ambas presen-taciones cursan con t�tulos variable de anticuerpos
antitiroideos, y su hallazgo es condici�n necesaria y en ocasiones
suficiente para certificar la enfermedad bajo las condiciones descriptas.
Se acepta que el ant�geno es una peroxidasa tiroidea; el anticuerpo
antifracci�n microsomal ejercer�a acci�n citot�xica inhibiendo la funci�n
tiroidea. Otros anticuerpos importantes por el grado de disfunci�n que
provocan, ser�an detonantes del agrandamiento tiroideo o de su evoluci�n a
la atrofia. Se tratar�a de anticuerpos estimulantes o inhibidores de la
uni�n de la tirotrofina (� TSH) a su receptor.
Esto demostrar�a que no s�lo existe auto-inmunidad humoral sino tambi�n
celular en esta enfermedad (8) (12) .
En general en la tiroiditis de Hashimoto el bocio es de tama�o moderado. Se
ha mencionado un aumento de volumen glandular entre dos o cinco veces el
normal; y se calcula su peso entre 30 hasta 50 gramos (�ste ya ser�a un
bocio franco, no "moderado"). Su consistencia puede ser blanda, normal, o
dura. Es frecuente palpar aumento de consistencia en los bordes de los
polos inferiores, pero esto var�a mucho. No suele acompa�arse de s�ntomas
locales de compresi�n (Ej. de v�as a�reas, o trastornos de la degluci�n,
soplos ni thrill o tremor). Es t�pica la ausencia de desviaci�n de la
tr�quea. Su presencia asinto-m�tica en una mujer de mediana edad, debe
hacer pensar en esta enfermedad sobre todo si la cl�nica es compatible con
un aparente eutiroidismo(12). Puede afirmarse que la mayor�a de los hipo-tiroidismos
de etiolog�a autoinmune cursan en forma subcl�nica, asociados a bocio
nodular.
Se considera que la presencia de anticuerpos antitiroglobulina es un
marcador precoz de esta evoluci�n (3). Aproximadamente en la mitad de los
casos, el bocio no se reduce con tratamiento debido a que el tejido
tiroideo ha sido reempla-zado por un infiltrado celular con posterior
fibrosis. De modo que la hiperplasia glandular permanece en el tiempo. No
obstante, en eutiroi-dismo o en hipotiroidismo, el bocio es, en la
tiroiditis de Hashimoto, de muy variable presentaci�n: puede ser un bocio
difuso, sim�-trico, indoloro o sensible, firme o el�stico, con superficie
lisa o irregular, uni o multinodular (8). Librada a su evoluci�n natural,
la enfermedad culmina en un hipotiroidismo moderado (8) (12).
La nodularidad del bocio en la tiroiditis de Hashimoto, no siempre es de
evoluci�n inocente.
La posible relaci�n con el carcinoma
tiroideo ha sido analizada y ser� objeto de an�lisis detallado.
Fisiopatolog�a
En la tiroiditis cr�nica autoinmune tiene lugar una lesi�n progresiva de la
gl�ndula, provocada por el sistema inmunol�gico, mediada por inmunidad
celular y humoral. La presencia de bocio le pone el sello de enfermedad de
Hashimoto, pero si cursa sin bocio se trata de un hipotiroidismo idiop�tico
o de una tiroiditis atr�fica(20). De manera entonces que la presencia de
bocio establece la diferencia cl�nica entre estas enfermedades. La
tiroiditis de Hashimoto puede permanecer en estado funcional de
eutiroidismo, o progresar hacia un hipotiroidismo subcl�nico (con pocos
signos y s�ntomas), o bien a un franco hipotiroidismo. La hipofunci�n no
siempre es permanente. La enfermedad cursa con remisiones espont�neas y
recrudecimientos que van mellando la estructura histol�gica hasta provocar
la claudicaci�n funcional de la gl�ndula.
Si hemos de referirnos a la historia natural de la tiroiditis cr�nica
autoinmune, existe una amplia gama de variaciones, en la presentaci�n, en
la evoluci�n y en el estado final de la gl�ndula. Cuando se llega a la
tiroiditis atr�fica o al hipotiroidismo subcl�nico, la evoluci�n al a�o
suele ser al hipotiroidismo franco en un 5% a 20% de esos pacientes. En
ocasiones los anticuerpos pueden parecer indetectables y la tirotrofina (TSH)
oscila y hasta puede normalizarse. La presencia de bocio suele ser
anunciadora de evoluci�n al hipotiroidismo.
Por otro lado, la tiroiditis cr�nica autoinmune es considerada factor de
riesgo para la presentaci�n posterior de un linfoma tiroideo.
Existe un hipotiroidismo autoinmune transitorio, que suele estar
relacionado, en un 50% de los casos, con tiroiditis aguda granulomatosa. En
ese caso el bocio es, naturalmente, doloroso.
Luego de una fase de tirotoxicosis de corta duraci�n, s�lo semanas,
evoluciona al hipo-tiroidismo y este �ltimo estadio se resuelve
espont�neamente en 1 o 2 meses, aunque puede hacerse permanente.
Entre el 1% y el 6% de las mujeres gestantes hacen tiroiditis post parto.
Tambi�n en estos casos suele haber una etapa de tirotoxicosis que en el
t�rmino de 4 a 8 meses, en un 80% de los casos, conduce al hipotiroidismo.
Este es un hipo-tiroidismo tambi�n transitorio; y su menci�n obedece a que
suele presentar anticuerpos anti-tiroideos. El hecho de que ese
hipotiroidismo suele recidivar como una tiroiditis cr�nica, obliga a tener
en cuenta su relaci�n con el post parto a fin de plantear claramente el
diagn�stico diferencial. Es necesario recordar que la embarazada portadora
de tiroiditis cr�nica autoinmune transmite al feto, por v�a
transplacentaria, anticuerpos inhibidores de la TSH fetal. Por lo tanto,
ese reci�n nacido puede presentar un hipotiroidismo autoinmune transitorio
(20).
Autoanticuerpos
Se ha descrito un gen denominado Autoinmune Regulator (AIRE) capaz de
causar des�rdenes heredables en forma recesiva. Por ejemplo:
poliendocrinopat�as, candidiasis, distrofia ecto-d�rmica autoinmune, o
s�ndrome de polien-docrinopat�a autoinmune t�pica. Ya se mencion� la
combinaci�n variable de enfermedades endocrinas autoinmunes (Enfermedad de
Addison, hipopa-ratiroidismo y diabetes). El gen AIRE posee dominios que
regulan la transcripci�n y la expresi�n de prote�nas. Este gen tiene dos "Plant
homeodomains" (PHD) que conforman "dedos de zinc" para la uni�n con el
receptor nuclear; un dominio es un ligador putativo de DNA: se lo llama
SAN; el dominio N - Terminal (altamente conservado) es similar al "Dominio
de tinci�n homog�nea" de la prote�na S. P. 1000. A nivel subcelular, el gen
se expresa como un puntillado nuclear, semejando los cuerpos nucleares que
presenta la leucemia promieloc�tica. Este gen AIRE se expresa en las
c�lulas del Timo (en su epitelio medular) y en c�lulas monoc�ticas
dendr�ticas (c�lulas de n�dulos linfoideos y monocitos
dendr�ticos t�micos). Existe el gen AIRE, adem�s, en subgrupos de c�lulas
de n�dulos linfoides, bazo, e h�gado fetal. Su funci�n es generar una
prote�na involucrada en la transcripci�n, restringiendo la expresi�n de
c�lulas importantes en la selecci�n negativa. Esto estar�a indicando un rol
importante en el mantenimiento de la tolerancia inmune (9).
Se ha hablado de la disminuci�n del valor de Trab (anticuerpos anti
receptor de la tirotrofina) en la tiroiditis de Hashimoto. El Trab se eleva
en los bocios difusos y solo est� presente en 1/3 de los bocios
multinodulares. En dos pacientes con tiroiditis subaguda y en la enfermedad
de Hashimoto se hall� baja actividad del Trab. En cambio el valor de los
t�tulos de este anticuerpo se eleva en la oftalmopat�a de la enfermedad de
Graves Basedow no hipertiroidea y este dato es de capital importancia en el
momento de definir si hay patolog�a tiroidea subyacente para el diagn�stico
diferencial de oftalmopat�as (18).
En cuanto a la presencia de anticuerpos anti-tiroglobulina, en
tiroideopat�as, se public� una serie en la que el 49% de los enfermos de
Graves Basedow, el 17,1% de los bocios nodulares hipertiroideos y el 78% de
las tiroiditis de Hashimoto presentaban ese anticuerpo. De estos pacientes,
los que ten�an enfermedad de Graves Basedow evolucionaban al hipotiroidismo
en un 25%. Mientras que, los que ten�an T. de Hashimoto quedaron
hipotiroideos en un 35% de los casos. Los anticuerpos antitiroglobulina no
parecen ser anticuerpos definitorios de la enfermedad pues se ha hallado en
el 21,4% de los bocios difusos eutiroideos, con evoluci�n al hipotiroidismo
en el 26% de los pacientes, y en el 21% de los que eran portadores de
c�ncer de tiroides(19). Alrededor del 20% de los pacientes tratados por
c�ncer tiroideo de diferente histolog�a presentaba los anticuerpos
antitiroglobulina positivos. Estos anticuerpos se presentan con mayor
aumento en pacientes con tiroiditis. No se hall� relaci�n con el grado de
recidiva del tumor. Por otro lado es conocido que su presencia obstaculiza
el seguimiento de pacientes operados de c�ncer de tiroides, con valores de
tiroglobulina, pues, de estar presentes sus anticuerpos no hay c�mo
detectar esa prote�na(14). No obstante, la observaci�n cotidiana demostr�
con frecuencia que los anticuerpos antitiroperoxidasa aumentan m�s
precozmente y en muchos casos suelen ser la �nica manifestaci�n hormonal de
autoinmunidad tiroidea. Es necesario se�alar que por tratarse de una
enfermedad descripta, caracter�sticamente, como de evoluci�n inconstante,
con lapsos de acalmia y de recrudecimiento, la b�squeda de autoanticuerpos
en plasma obliga al endo-crin�logo al rastreo de los anticuerpos. Es
necesario insistir, repetir los dosajes, con frecuencia esperar. En muchos
casos el paciente presenta un cuadro rico en signos y s�ntomas pero los
t�tulos de anticuerpos contin�an indetectables. En mi experiencia
profesional he notado que, despu�s de mucho insistir, finalmente los
anticuerpos se positivizan y pese a que no he tabulado los casos, con la
mayor honestidad puedo afirmar que el gatillo de la positivizaci�n de esos
anticuerpos, o de su aumento, suele ser un hecho estresante. Al referirme a
hechos estre-santes estoy incluyendo tanto los abortos, los partos
complicados, como eventos del cotidiano vivir que implican riesgo de
p�rdida material o afectiva. Creo que este es un tema que puede ser tenido
en cuenta con categor�a de menci�n. Pero la honestidad exige que esta
referencia se apoye en casu�stica que no ha sido tabulada para este
trabajo.
La observaci�n cotidiana tiene su valor, y consider� interesante
incorporarla.
Se considera que excepto en ni�os y en adolescentes, los anticuerpos
antitiroglobulina y antifracci�n microsomal (de los que hoy se miden los
anticuerpos antitiroperoxidasa) suelen estar elevados(4).
Se postul� que el aumento de inmunoglobulinas tipo A (o Inmunoglobulinas
Tiroestimulantes: TSI) estimula, precisamente, la gl�ndula tiroides, lo que
explicar�a la etapa de s�ntomas de hipertiroidismo.
Por otro lado, la Inmunoglobulina tipo B o Inmunoglobulina estimulante de
crecimiento glandular (TgSI) aumentar�a la tasa de crecimiento celular de
la tiroides, sin que aumente la producci�n hormonal. Esta Inmunoglobulina
podr�a tener relaci�n con el crecimiento de peque�os focos anormales (neoplasias),
la per-sistencia de este est�mulo las har�a detectables (4). La tiroiditis
de Hashimoto cursa con bocio y �ste es, en la mayor�a de los casos un bocio
nodular. Con mucha frecuencia multinodular. En general, por tratarse de una
gl�ndula inflamada, de evoluci�n cr�nica ser�a natural el hallazgo de estos
n�dulos. En realidad no se ha emitido a�n una explicaci�n etiol�gica para
esa nodularidad. Este es un tema cuyo an�lisis demandar�a una investigaci�n
muy profunda. El punto de atenci�n radica en la actitud que ha de tenerse
frente a un paciente que, portador de tiroiditis de Hashimoto, contiene
n�dulos en su tiroides bociosa. Este tema est� muy lejos de ser minimizable.
Se ha hallado carcinomas (en general diferenciados) en bocios de tiroiditis
de Hashimoto. La incidencia es tan importante que al menos en la Cl�nica de
Endocrinolog�a y Metabolismo del Prof. Dr. Juan Reforzo Membrives, todo
n�dulo se punza. Para ello se cuenta con informes ecogr�ficos fide-dignos y
muy detallados. Se considera punzable todo n�dulo que tenga 10 x 10 mm. La
punci�n se hace bajo control ecogr�fico.
En 1985 K. Segal public� "Hashimoto's Tiroiditis and Carcinoma of
Thyroigland". All� sugiere que la tiroiditis podr�a ser un mecanismo de
defensa de la gl�ndula, inducido por el carcinoma pre-existente. Por otro
lado, afirma, la asociaci�n de c�ncer de tiroides con tiroiditis de
Hashimoto tiene mejor pron�stico(4).
TIROIDITIS DE HASHIMOTO Y C�NCER
En 1992, Manuel Montesinos y su equipo de colaboradores publicaron un
estudio realizado sobre 1364 pacientes tiroidectomizados por bocio nodular,
o multinodular, eutiroideos. Hallaron que, a "semejanza de otras
publicaciones" el promedio de edad de los pacientes fue de 44 a�os (con un
95,2% de mujeres). Encontraron c�ncer de tiroides asociado a tiroiditis de
Hashimoto en el 13,4% de los casos del total de carcinomas operados, el
10,5% eran portadores de tiroiditis de Hashimoto - no hubo relaci�n
significativa entre t�tulos de anticuerpos y c�nceres hallados (5). Pese a
que la mayor�a de los autores refer�an que entre un 65-90% de los pacientes
con tiroiditis de Hashimoto presentaba altos t�tulos de anticuerpos, Manuel
Montesinos public� en su trabajo que los mismos estaban elevados s�lo en un
40% de los pacientes.
La relaci�n de la tiroiditis de Hashimoto con el c�ncer tiroideo ha sido
objeto de frondosos planteos. Si bien se ha opinado que la enfermedad no
tendr�a potencialidad maligna, la discusi�n persiste. Se pens� que
existiendo un estudio subcl�nico de hipotiroidismo, el aumento sostenido de
Tirotrofina (TSH) podr�a predisponer a la formaci�n de carcinomas de
tiroides (5). Manuel Montesinos no hall� diferencia significativa en la
frecuencia de carcinoma entre pacientes con � sin tiroiditis. Por otro lado
no result� interesante la diferencia de tiroiditis que presentaron o no
carcinoma.
Enfermedades asociadas a tiroiditis de Hashimoto:
Adem�s de la posible relaci�n de tiroiditis de Hashimoto con el c�ncer
tiroideo, seg�n se plante� antes, existen asociaciones de la enfermedad de
Hashimoto dignas de consi-deraci�n: otras enfermedades autoinmunes �rgano
espec�ficas (endocrinas o no), como n�dulos paratiroideos s�lidos e
hipoecog�nicos, sin alteraciones del metabolismo fosfoc�lcico. Se hall�
concomitancia de tiroiditis de Hashimoto con hiperparatiroidismo sin
relaci�n causal aparente o demostrable. En 1983 Lever y colaboradores
hallaron una prevalencia del 50% para esta asociaci�n (6).
Aunque poco frecuente, la asociaci�n de tiroiditis de Hashimoto con Lupus
Eritematoso Sist�mico est� bien establecida. Despu�s de los 50 a�os de edad
el Lupus tiene una incidencia del 12% en la poblaci�n general. Se observ�
presencia de Lupus Eritematoso Sist�mico (LES), con prevalencia 4:1 en
mujeres respecto de los hombres, con presencia de anticuerpos antin�cleo,
c�lulas LE positivas, y s�ndrome de Sj�gren agregado. El diagn�stico del
s�ndrome de Sj�gren se confirm� por estudios centellogr�ficos de gl�ndulas
salivales y por biopsia labial. Se hall� dep�sitos de IgA, IgG e IgM (inmunoglobulinas)
y C3 en la membrana basal de la dermis, con anticuerpos antifracci�n
microsomal positivos(17), y con dep�sito de "Mucina" en la dermis("mucinosis
papilonodular de Gold"). Se trata de lesiones muy infiltrativas, poco
inflamatorias, por un dep�sito intenso de mucopolisac�ridos �cidos en la
dermis. Esto puede presentarse en el Lupus, pero aqu� el hipotiroidismo era
concausa del dep�sito d�rmico de mucina. Un 57% de pacientes con L.E.S.
present� alteraciones de la funci�n tiroidea (6,6% en hipotiroidismo).
En 1987, Jonsson y colaboradores hallaron tiroideopat�as y s�ndrome de
Sj�gren asociados, con presencia de HLA B8 y DR3; no definieron si la
afecci�n tiroidea era de etiolog�a autoinmune(7) pero el Sistema Mayor de
Histocompatibilidad estaba involucrado.
Punci�n Biopsia de n�dulos en la tiroiditis de Hashimoto:
El m�todo diagn�stico de punci�n tiroidea ha ido cobrando importancia. Se
considera que la punci�n tiroidea con aguja fina es un m�todo altamente
sensible y espec�fico para arribar al diagn�stico. Se ha hallado n�dulos
tiroideos en paciente de sexo femenino en forma prevalente, y la punci�n
con aguja fina, bajo control ecogr�fico confirm� el diagn�stico de
tiroiditis de Hashimoto en todos las casos(16). Se ha publicado informes
acerca de la conveniencia de utilizar aguja gruesa o fina en las punciones
tiroideas. Los pacientes sometidos a ambos m�todos (eran portadores de
tiroiditis cr�nica autoinmune por detecci�n de anticuerpos
antitiroperoxidasa). La citolog�a del material obtenido por biopsia en las
punciones con aguja gruesa mostr� una sensibilidad del 62%, y una
especificidad del 96,7%. El diag-n�stico definitivo de tiroiditis cr�nica
autoinmune se bas� en la detecci�n de dichos anticuerpos (16). En una serie
publicada (Ablan Frankline y Arch) de 1647 biopsias de lesiones difusas y
nodulares, se recurri� a la opini�n de dos pat�logos para validar el
m�todo. En este trabajo la patolog�a benigna result� la m�s frecuente de
todas, tanto en las presentaciones nodulares como en las difusas (17).
Ecogr�ficamente la tiroiditis de Hashimoto suele presentar un agrandamiento
no homog�neo de la gl�ndula, sin caracter�sticas espec�ficas. Se ha
descripto un patr�n de micronodulaci�n en correlaci�n con los niveles
s�ricos de anticuerpos. Esa micronodulaci�n tiene un 94% de valor
predictivo positivo para el diagn�stico de tiroiditis de Hashimoto. El halo
hiperecog�nico se explica por una capa de tejido fibroso perinodular. La
tiroiditis de Hashimoto entra�a mayor riesgo de linfomas, cuya nodularidad
es tambi�n hipo-ecog�nica. Existen falsos negativos en punciones de n�dulos
de tiroiditis de Hashimoto que en el momento de la punci�n presenta t�tulos
no dosables de anticuerpos antitiroideos (18).
Estudiando 9287 tiroidectom�as totales con una incidencia de tiroiditis de
Hashimoto que presentan c�ncer, del 25,5%(4), pudieron distinguir que
cuando esos n�dulos (de t. de Hashimoto), eran centellogr�ficamente "fr�os"
el 32% conte-n�an c�ncer (1985, OH; R,A y Calandra DB)(4). De todos los
c�nceres descriptos por punci�n tiroidea el 80% fueron c�nceres de estirpe
"papilar", y el 20% fueron de estirpe folicular ( en el mismo trabajo
referido).
Citopatolog�a:
La utilidad de la punci�n tiroidea con aguja fina ha sido demostrada
brillantemente por la Dra. Elba Capriata. En el congreso Latinoamericano de
Citolog�a reunido en Brasil, R�o de Janeiro, el 5 de noviembre de 1985, se
premi� su trabajo acerca de ese tema. La Dra. Elba Capriata de Rizzolo una
de las pioneras en esta t�cnica, y la abundancia de presentaciones en
congresos, en publicaciones y libros, la distinguen como una indiscutible
autoridad internacional en punci�n biopsia de la gl�ndula tiroides. El 9 de
diciembre de 1989 fue premiada por su trabajo sobre citolog�a en
diagn�stico de patolog�a tiroidea ("VII Congreso de Citolog�a")(21) . En
septiembre de 1999 recibi� el premio del XIV Congreso Argentino de
Citolog�a, por su trabajo sobre "Impacto de la punci�n Aspirativa con Aguja
Fina bajo control ecogr�fico en patolog�a tiroidea"(23). En 1980 la Dra.
Elba Capriata de Rizzolo se constituy� en la pionera de la citolog�a
tiroidea por punci�n con aguja fina (noviembre 1980), fecha que marca el
comienzo de este estudio mediante este m�todo. "Esta utilidad de la punci�n
aspirativa con aguja fina en el diagn�stico del carcinoma de tiroides" (5
de noviembre de 1985) le vali� otro premio en el "VII Congreso
Latinoamericano de Citolog�a". Desde entonces y hasta la actualidad esta
cient�fica, orgullo de la medicina Argentina, continu� publicando sus
experiencias sobre el tema. Se dedic� a punzar n�dulos de tiroides no
aut�nomos(35)(36), n�dulos del hipertiroidismo y de la t. de Hashimoto,
publicando distintas formas de hipertiroidismo en la t. de Hashimoto (31),
estudio de n�dulos metast�sicos en tiroides(38) necrosis nodular y del
bocio post punci�n tiroidea(39)(44)(49). En diciembre de 1992 public� el
hallazgo de fibromatosis post quir�rgica como excepcional recidiva de un
n�dulo tiroideo(40). Sus publi-caciones se refirieron a hallazgos en la
edad infantojuvenil(37), en adultos(41) y en diferentes grupos et�reos(42).
La descripci�n de carcinomas papilares en sus variedades "c�lulas
altas"(44)(45) y su diferenciaci�n con el carcinoma papilar oncoc�tico(47)
implican un complet�simo y variado enfoque de la utilizaci�n de la punci�n
tiroidea, con aguja fina bajo control ecogr�fico (21 al 50).
Actualmente el endocrin�logo que recurre a este m�todo de diagn�stico
descansa en la certeza de contar con las garant�as necesarias para serenar,
tratar y acompa�ar al paciente.
La tiroiditis de Hashimoto exige el arte de la observaci�n y la ciencia de
los maestros que poco a poco, (d�a a d�a) van abriendo resquicios por los
que se deslizan conocimientos.
No es una enfermedad "sencilla". Considero que es la m�s curiosa e
interesante de las tiroi-deopat�as aisladas.
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