Revista de la Sociedad de Medicina Interna
          de Buenos Aires

             Autoinmunidad y Tiroides: Tiroiditis Linfocitaria Cr�nica
Dra. Bompadre, Mar�a del Carmen

Introducci�n

Los fen�menos de autoinmunidad han adquirido notable relevancia en las dos �ltimas d�cadas. Su relaci�n con el estr�s, la interacci�n Cortico-hipofiso-suprarrenal que �ste produce, y el interjuego constante entre el sistema neuro-endocrino y el sistema inmunitario obligan a la reflexi�n. Las comunicaciones cient�ficas se�alan con frecuencia la concomitancia de dos o m�s enfermedades autoinmunes en un mismo paciente o en varias personas de un grupo familiar. Algunas de estas enfermedades son de serio pron�stico, ya sea por la morbilidad o por el deterioro de funciones que involucran la calidad de vida, la funci�n reproductiva o la condici�n ps�quica de quienes las padecen.
En atenci�n a estos hechos, consider� importante referirme a la Tiroiditis Linfocitaria Cr�nica. Esta enfermedad tiene la peculiaridad de pasar inadvertida, en ocasiones ignorada, a causa de su presentaci�n variable o insidiosa. En la pr�ctica de mi profesi�n he hallado pacientes de sexo femenino que llegan a su menopausia con una historia de infertilidad, o depresiones, esterilidad, alteraciones metab�licas con impacto vascular y sin diagn�stico. En general esto es as� porque su sintomatolog�a no motiv� la consulta o porque la enfermedad no pudo ser diagnosticada.
Es necesario se�alar, al respecto, que el avance de los m�todos bioqu�micos, y de los conocimientos en el territorio endocrinol�gico, permiten hoy este tipo de reflexiones. Actualmente esta enfermedad, mejor conocida, exhaustivamente investigada en los pacientes, ha adquirido relevancia. En un consultorio especializado, es de frecuente diag-n�stico, y hallarla, explicar acerca de ella, significa para el paciente (y para sus familiares) un sendero que conduce a la prevenci�n primaria de dislipemias, hipotiroidismo y carcinoma tiroideo, un alerta con respecto a eventuales enfermedades autoinmunes asociadas, y casi siempre una soluci�n para el motivo de consulta. Esta enfermedad, que requiere de observaci�n, sutileza y paciencia para su hallazgo, no es, desde mi �ptica, ni insignificante ni sencilla.
Su abordaje nos recuerda que la medicina es ciencia y es arte.
Y cuando mujeres hasta entonces inf�rtiles o est�riles, llegan con su reci�n nacido en brazos, radiantes... sonr�o, pensando en la minuciosidad y en la grandeza del Dr. Hashimoto.

Definici�n:

La tiroiditis linfocitaria cr�nica es una inflamaci�n de la gl�ndula tiroides en la que se reconoce una etiolog�a autoinmune, de car�cter hereditario dominante. Cursa con per�odos de remisiones y reagudizaciones sucesivos, espont�neos, librada a su evoluci�n natural, constituye una de las etiolog�as del hipotiroidismo secundario. Esta en-fermedad fue descripta por Hashimoto en el a�o 1912. Cuando se presenta con Bocio es denominada "tiroiditis de Hashimoto"(1) (4) (8).
Referencias hist�ricas:

Como se mencion�, este enfermedad descripta por Hashimoto en 1912, presenta una historia paralela a lo de los elementos que enriquecieron su diag-n�stico en el transcurso del tiempo. En 1956, Doniach y Roitt por un lado, y simult�neamente Witebsky, descubrieron los anticuerpos contra ant�genos tiroideos, en pacientes que presentaban cl�nica de esta enfermedad. En 1978 se descubri� el anticuerpo antitiroglobulina por tests de hemoaglutinaci�n, el anticuerpo contra microso-mas citoplasm�ticos (mediante t�cnica de in-munofluorescencia) y el anticuerpo contra ant�genos del coloide folicular (que no era tiroglobulina). Se observ� que dos pacientes con tiroiditis linfocitaria cr�nica presentaban altos t�tulos de los anticuerpos en plasma ( en un 75 - 100 % de los casos). Inicialmente se sugiri� que los anticuerpos antiglobulina comenzaban a formarse por escapes en esta prote�na desde fol�culos. Esto se deber�a a que hasta entonces la tiroglobulina, desde la �poca fetal, permanecer�a aislada de los fol�culos tiroideos, explic�ndose as� un "per�odo de tolerancia inmunol�gica" por ausencia de ant�geno en circulaci�n. Esta teor�a perdi� vigencia al constatarse la permanente presencia de tiroglobulina en la sangre.
El car�cter hereditario, transmitido como dominante fue aceptado sin discusi�n(1).
En 1926 se descubri� el s�ndrome de Schmidt consistente en la asociaci�n de tiroiditis lin-focitaria cr�nica, enfermedad de Addison y ocasionalmente Diabetes Mellitus(2).
Posteriormente se observ� la concomitancia de la tiroiditis de Hashimoto (y tambi�n de la enfer-medad de Graves Basedow), con otras enfer-medades de etiolog�a autoinmune.
El centellograma tiroideo y las ecograf�as fueron delimitando caracter�sticas de la tiroides en las fases iniciales y terminales de la enfermedad. Luego, la punci�n tiroidea con aguja gruesa, y finalmente con aguja fina brindaron al cit�logo la oportunidad de poner el sello al diagn�stico de tiroiditis de Hashimoto. Actualmente la tiroiditis de Hashimoto se diagnostica aunque presente pocos s�ntomas y pobre signolog�a: los dosajes hormonales, la presencia de anticuerpos y de punci�n con aguja fina bajo control ecogr�fico configuraron un mosaico para el diagn�stico de este entidad nosol�gica en forma definitiva.

Cuadro cl�nico

El motivo de consulta de estos pacientes suele ser la dificultad para bajar de peso. Generalmente en la anamnesis se reciben datos que los pacientes nos relatan espont�neamente: ca�da de cabello, alteraciones de humor, cansancio que en oca-siones conduce a la abulia, falta de iniciativa, alteraciones del ciclo menstrual, u�as descama-tivas, piel seca, sensaci�n de fr�o. Lo interesante es que, si ese relato fuera integral, el diagn�stico de hipotiroidismo ser�a de f�cil sospecha. Pero en realidad (en general en pacientes de sexo femenino) el cuadro cl�nico es mono u oligo-sintom�tico. Es muy llamativo esto, pues cuando se interroga acerca del aumento de peso en los embarazos (y la dificultad para recuperar el peso anterior), o las circunstancias del mismo, las caracter�sticas del parto, o en ocasiones las presiones psicol�gicas que soportaba la emba-razada suele rescatarse un dato constante: como un hito en su historia personal � cl�nica surge la existencia de un estado de estr�s. Este es un componente del relato que, si no surge espont�neamente, constituye un dato digno de investigar. En el interrogatorio no ha de faltar la investigaci�n de antecedentes personales y heredofamiliares(10). Ha sido ya aceptado que la mujer tiene mayor sensibilidad para las enfer-medades autoinmunes. De forma que aquellos s�ntomas de presentaci�n que llamamos "insidiosa" o "proteiforme", como pueden serlo la pubertad precoz o retrasada, el s�ndrome de galactorrea - amenorrea, abortos espont�neos, alopec�a (que puede ser areata o universal), deben alertarnos(11) (12). M�s a�n si existe historia de patolog�a tiroidea previa(10).
Conviene se�alar la presencia de estas enferme-dades autoinmunes, como la enfermedad de Addison (9) (10) constituyendo el s�ndrome de Schmidt, o la asociaci�n de Diabetes(12) que no siempre es autoinmune(10), anemia perniciosa (en un 50 - 100% de los casos), artritis reumatoidea, hepatitis lupoide, lupus eritematoso sist�mico, o anemia hemol�tica(1). Se ha mencionado que la enfermedad de Graves Basedow, la tiroiditis autoinmune y el mixedema podr�an ser variantes de un mismo proceso patol�gico(1); la literatura abunda en referencias al respecto. Pero, puesto que no existe certeza fehaciente, quiz�s sea prudente aludir a ello sin pretender opinar en forma concluyente.
En 1988 Agaton public� la descripci�n de Daily W.E., Lindsay S. y Skahen. Por primera vez estos autores describieron en 1955 la asociaci�n entre c�ncer de tiroides y tiroiditis linfocitaria cr�nica, � su variante la tiroiditis de Hashimoto(4). Es oportuno se�alar al respecto que no toda tiroiditis cr�nica autoinmune corresponde a la enfermedad descripta por Hashimoto.
La tiroiditis cr�nica autoinmune es la m�s com�n de las tiroiditis, y aunque se describi� su mayor frecuencia en ancianos(8) la presentaci�n en la pubertad y en la edad media de la vida ha sido frondosamente ilustrada (1) (4) (12) (13) (14)(20). Por lo tanto es insoslayable la aclaraci�n de las formas de presentaci�n que definen esta entidad nosol�gica.
Cuando estamos frente a la forma "no bociosa" de la enfermedad, se trata de tiroiditis cr�nica autoinmune atr�fica. En cambio si se presenta el bocio, �ste le pone el sello a la denominaci�n de "tiroiditis de Hashimoto"(8). Ambas presen-taciones cursan con t�tulos variable de anticuerpos antitiroideos, y su hallazgo es condici�n necesaria y en ocasiones suficiente para certificar la enfermedad bajo las condiciones descriptas.
Se acepta que el ant�geno es una peroxidasa tiroidea; el anticuerpo antifracci�n microsomal ejercer�a acci�n citot�xica inhibiendo la funci�n tiroidea. Otros anticuerpos importantes por el grado de disfunci�n que provocan, ser�an detonantes del agrandamiento tiroideo o de su evoluci�n a la atrofia. Se tratar�a de anticuerpos estimulantes o inhibidores de la uni�n de la tirotrofina (� TSH) a su receptor.
Esto demostrar�a que no s�lo existe auto-inmunidad humoral sino tambi�n celular en esta enfermedad (8) (12) .
En general en la tiroiditis de Hashimoto el bocio es de tama�o moderado. Se ha mencionado un aumento de volumen glandular entre dos o cinco veces el normal; y se calcula su peso entre 30 hasta 50 gramos (�ste ya ser�a un bocio franco, no "moderado"). Su consistencia puede ser blanda, normal, o dura. Es frecuente palpar aumento de consistencia en los bordes de los polos inferiores, pero esto var�a mucho. No suele acompa�arse de s�ntomas locales de compresi�n (Ej. de v�as a�reas, o trastornos de la degluci�n, soplos ni thrill o tremor). Es t�pica la ausencia de desviaci�n de la tr�quea. Su presencia asinto-m�tica en una mujer de mediana edad, debe hacer pensar en esta enfermedad sobre todo si la cl�nica es compatible con un aparente eutiroidismo(12). Puede afirmarse que la mayor�a de los hipo-tiroidismos de etiolog�a autoinmune cursan en forma subcl�nica, asociados a bocio nodular.
Se considera que la presencia de anticuerpos antitiroglobulina es un marcador precoz de esta evoluci�n (3). Aproximadamente en la mitad de los casos, el bocio no se reduce con tratamiento debido a que el tejido tiroideo ha sido reempla-zado por un infiltrado celular con posterior fibrosis. De modo que la hiperplasia glandular permanece en el tiempo. No obstante, en eutiroi-dismo o en hipotiroidismo, el bocio es, en la tiroiditis de Hashimoto, de muy variable presentaci�n: puede ser un bocio difuso, sim�-trico, indoloro o sensible, firme o el�stico, con superficie lisa o irregular, uni o multinodular (8). Librada a su evoluci�n natural, la enfermedad culmina en un hipotiroidismo moderado (8) (12).
La nodularidad del bocio en la tiroiditis de Hashimoto, no siempre es de evoluci�n inocente.

La posible relaci�n con el carcinoma tiroideo ha sido analizada y ser� objeto de an�lisis detallado.

Fisiopatolog�a
En la tiroiditis cr�nica autoinmune tiene lugar una lesi�n progresiva de la gl�ndula, provocada por el sistema inmunol�gico, mediada por inmunidad celular y humoral. La presencia de bocio le pone el sello de enfermedad de Hashimoto, pero si cursa sin bocio se trata de un hipotiroidismo idiop�tico o de una tiroiditis atr�fica(20). De manera entonces que la presencia de bocio establece la diferencia cl�nica entre estas enfermedades. La tiroiditis de Hashimoto puede permanecer en estado funcional de eutiroidismo, o progresar hacia un hipotiroidismo subcl�nico (con pocos signos y s�ntomas), o bien a un franco hipotiroidismo. La hipofunci�n no siempre es permanente. La enfermedad cursa con remisiones espont�neas y recrudecimientos que van mellando la estructura histol�gica hasta provocar la claudicaci�n funcional de la gl�ndula.
Si hemos de referirnos a la historia natural de la tiroiditis cr�nica autoinmune, existe una amplia gama de variaciones, en la presentaci�n, en la evoluci�n y en el estado final de la gl�ndula. Cuando se llega a la tiroiditis atr�fica o al hipotiroidismo subcl�nico, la evoluci�n al a�o suele ser al hipotiroidismo franco en un 5% a 20% de esos pacientes. En ocasiones los anticuerpos pueden parecer indetectables y la tirotrofina (TSH) oscila y hasta puede normalizarse. La presencia de bocio suele ser anunciadora de evoluci�n al hipotiroidismo.
Por otro lado, la tiroiditis cr�nica autoinmune es considerada factor de riesgo para la presentaci�n posterior de un linfoma tiroideo.
Existe un hipotiroidismo autoinmune transitorio, que suele estar relacionado, en un 50% de los casos, con tiroiditis aguda granulomatosa. En ese caso el bocio es, naturalmente, doloroso.
Luego de una fase de tirotoxicosis de corta duraci�n, s�lo semanas, evoluciona al hipo-tiroidismo y este �ltimo estadio se resuelve espont�neamente en 1 o 2 meses, aunque puede hacerse permanente.
Entre el 1% y el 6% de las mujeres gestantes hacen tiroiditis post parto. Tambi�n en estos casos suele haber una etapa de tirotoxicosis que en el t�rmino de 4 a 8 meses, en un 80% de los casos, conduce al hipotiroidismo. Este es un hipo-tiroidismo tambi�n transitorio; y su menci�n obedece a que suele presentar anticuerpos anti-tiroideos. El hecho de que ese hipotiroidismo suele recidivar como una tiroiditis cr�nica, obliga a tener en cuenta su relaci�n con el post parto a fin de plantear claramente el diagn�stico diferencial. Es necesario recordar que la embarazada portadora de tiroiditis cr�nica autoinmune transmite al feto, por v�a transplacentaria, anticuerpos inhibidores de la TSH fetal. Por lo tanto, ese reci�n nacido puede presentar un hipotiroidismo autoinmune transitorio (20).

Autoanticuerpos
Se ha descrito un gen denominado Autoinmune Regulator (AIRE) capaz de causar des�rdenes heredables en forma recesiva. Por ejemplo: poliendocrinopat�as, candidiasis, distrofia ecto-d�rmica autoinmune, o s�ndrome de polien-docrinopat�a autoinmune t�pica. Ya se mencion� la combinaci�n variable de enfermedades endocrinas autoinmunes (Enfermedad de Addison, hipopa-ratiroidismo y diabetes). El gen AIRE posee dominios que regulan la transcripci�n y la expresi�n de prote�nas. Este gen tiene dos "Plant homeodomains" (PHD) que conforman "dedos de zinc" para la uni�n con el receptor nuclear; un dominio es un ligador putativo de DNA: se lo llama SAN; el dominio N - Terminal (altamente conservado) es similar al "Dominio de tinci�n homog�nea" de la prote�na S. P. 1000. A nivel subcelular, el gen se expresa como un puntillado nuclear, semejando los cuerpos nucleares que presenta la leucemia promieloc�tica. Este gen AIRE se expresa en las c�lulas del Timo (en su epitelio medular) y en c�lulas monoc�ticas dendr�ticas (c�lulas de n�dulos linfoideos y monocitos dendr�ticos t�micos). Existe el gen AIRE, adem�s, en subgrupos de c�lulas de n�dulos linfoides, bazo, e h�gado fetal. Su funci�n es generar una prote�na involucrada en la transcripci�n, restringiendo la expresi�n de c�lulas importantes en la selecci�n negativa. Esto estar�a indicando un rol importante en el mantenimiento de la tolerancia inmune (9).
Se ha hablado de la disminuci�n del valor de Trab (anticuerpos anti receptor de la tirotrofina) en la tiroiditis de Hashimoto. El Trab se eleva en los bocios difusos y solo est� presente en 1/3 de los bocios multinodulares. En dos pacientes con tiroiditis subaguda y en la enfermedad de Hashimoto se hall� baja actividad del Trab. En cambio el valor de los t�tulos de este anticuerpo se eleva en la oftalmopat�a de la enfermedad de Graves Basedow no hipertiroidea y este dato es de capital importancia en el momento de definir si hay patolog�a tiroidea subyacente para el diagn�stico diferencial de oftalmopat�as (18).
En cuanto a la presencia de anticuerpos anti-tiroglobulina, en tiroideopat�as, se public� una serie en la que el 49% de los enfermos de Graves Basedow, el 17,1% de los bocios nodulares hipertiroideos y el 78% de las tiroiditis de Hashimoto presentaban ese anticuerpo. De estos pacientes, los que ten�an enfermedad de Graves Basedow evolucionaban al hipotiroidismo en un 25%. Mientras que, los que ten�an T. de Hashimoto quedaron hipotiroideos en un 35% de los casos. Los anticuerpos antitiroglobulina no parecen ser anticuerpos definitorios de la enfermedad pues se ha hallado en el 21,4% de los bocios difusos eutiroideos, con evoluci�n al hipotiroidismo en el 26% de los pacientes, y en el 21% de los que eran portadores de c�ncer de tiroides(19). Alrededor del 20% de los pacientes tratados por c�ncer tiroideo de diferente histolog�a presentaba los anticuerpos antitiroglobulina positivos. Estos anticuerpos se presentan con mayor aumento en pacientes con tiroiditis. No se hall� relaci�n con el grado de recidiva del tumor. Por otro lado es conocido que su presencia obstaculiza el seguimiento de pacientes operados de c�ncer de tiroides, con valores de tiroglobulina, pues, de estar presentes sus anticuerpos no hay c�mo detectar esa prote�na(14). No obstante, la observaci�n cotidiana demostr� con frecuencia que los anticuerpos antitiroperoxidasa aumentan m�s precozmente y en muchos casos suelen ser la �nica manifestaci�n hormonal de autoinmunidad tiroidea. Es necesario se�alar que por tratarse de una enfermedad descripta, caracter�sticamente, como de evoluci�n inconstante, con lapsos de acalmia y de recrudecimiento, la b�squeda de autoanticuerpos en plasma obliga al endo-crin�logo al rastreo de los anticuerpos. Es necesario insistir, repetir los dosajes, con frecuencia esperar. En muchos casos el paciente presenta un cuadro rico en signos y s�ntomas pero los t�tulos de anticuerpos contin�an indetectables. En mi experiencia profesional he notado que, despu�s de mucho insistir, finalmente los anticuerpos se positivizan y pese a que no he tabulado los casos, con la mayor honestidad puedo afirmar que el gatillo de la positivizaci�n de esos anticuerpos, o de su aumento, suele ser un hecho estresante. Al referirme a hechos estre-santes estoy incluyendo tanto los abortos, los partos complicados, como eventos del cotidiano vivir que implican riesgo de p�rdida material o afectiva. Creo que este es un tema que puede ser tenido en cuenta con categor�a de menci�n. Pero la honestidad exige que esta referencia se apoye en casu�stica que no ha sido tabulada para este trabajo.
La observaci�n cotidiana tiene su valor, y consider� interesante incorporarla.
Se considera que excepto en ni�os y en adolescentes, los anticuerpos antitiroglobulina y antifracci�n microsomal (de los que hoy se miden los anticuerpos antitiroperoxidasa) suelen estar elevados(4).
Se postul� que el aumento de inmunoglobulinas tipo A (o Inmunoglobulinas Tiroestimulantes: TSI) estimula, precisamente, la gl�ndula tiroides, lo que explicar�a la etapa de s�ntomas de hipertiroidismo.
Por otro lado, la Inmunoglobulina tipo B o Inmunoglobulina estimulante de crecimiento glandular (TgSI) aumentar�a la tasa de crecimiento celular de la tiroides, sin que aumente la producci�n hormonal. Esta Inmunoglobulina podr�a tener relaci�n con el crecimiento de peque�os focos anormales (neoplasias), la per-sistencia de este est�mulo las har�a detectables (4). La tiroiditis de Hashimoto cursa con bocio y �ste es, en la mayor�a de los casos un bocio nodular. Con mucha frecuencia multinodular. En general, por tratarse de una gl�ndula inflamada, de evoluci�n cr�nica ser�a natural el hallazgo de estos n�dulos. En realidad no se ha emitido a�n una explicaci�n etiol�gica para esa nodularidad. Este es un tema cuyo an�lisis demandar�a una investigaci�n muy profunda. El punto de atenci�n radica en la actitud que ha de tenerse frente a un paciente que, portador de tiroiditis de Hashimoto, contiene n�dulos en su tiroides bociosa. Este tema est� muy lejos de ser minimizable. Se ha hallado carcinomas (en general diferenciados) en bocios de tiroiditis de Hashimoto. La incidencia es tan importante que al menos en la Cl�nica de Endocrinolog�a y Metabolismo del Prof. Dr. Juan Reforzo Membrives, todo n�dulo se punza. Para ello se cuenta con informes ecogr�ficos fide-dignos y muy detallados. Se considera punzable todo n�dulo que tenga 10 x 10 mm. La punci�n se hace bajo control ecogr�fico.
En 1985 K. Segal public� "Hashimoto's Tiroiditis and Carcinoma of Thyroigland". All� sugiere que la tiroiditis podr�a ser un mecanismo de defensa de la gl�ndula, inducido por el carcinoma pre-existente. Por otro lado, afirma, la asociaci�n de c�ncer de tiroides con tiroiditis de Hashimoto tiene mejor pron�stico(4).

TIROIDITIS DE HASHIMOTO Y C�NCER

En 1992, Manuel Montesinos y su equipo de colaboradores publicaron un estudio realizado sobre 1364 pacientes tiroidectomizados por bocio nodular, o multinodular, eutiroideos. Hallaron que, a "semejanza de otras publicaciones" el promedio de edad de los pacientes fue de 44 a�os (con un 95,2% de mujeres). Encontraron c�ncer de tiroides asociado a tiroiditis de Hashimoto en el 13,4% de los casos del total de carcinomas operados, el 10,5% eran portadores de tiroiditis de Hashimoto - no hubo relaci�n significativa entre t�tulos de anticuerpos y c�nceres hallados (5). Pese a que la mayor�a de los autores refer�an que entre un 65-90% de los pacientes con tiroiditis de Hashimoto presentaba altos t�tulos de anticuerpos, Manuel Montesinos public� en su trabajo que los mismos estaban elevados s�lo en un 40% de los pacientes.
La relaci�n de la tiroiditis de Hashimoto con el c�ncer tiroideo ha sido objeto de frondosos planteos. Si bien se ha opinado que la enfermedad no tendr�a potencialidad maligna, la discusi�n persiste. Se pens� que existiendo un estudio subcl�nico de hipotiroidismo, el aumento sostenido de Tirotrofina (TSH) podr�a predisponer a la formaci�n de carcinomas de tiroides (5). Manuel Montesinos no hall� diferencia significativa en la frecuencia de carcinoma entre pacientes con � sin tiroiditis. Por otro lado no result� interesante la diferencia de tiroiditis que presentaron o no carcinoma.
Enfermedades asociadas a tiroiditis de Hashimoto:
Adem�s de la posible relaci�n de tiroiditis de Hashimoto con el c�ncer tiroideo, seg�n se plante� antes, existen asociaciones de la enfermedad de Hashimoto dignas de consi-deraci�n: otras enfermedades autoinmunes �rgano espec�ficas (endocrinas o no), como n�dulos paratiroideos s�lidos e hipoecog�nicos, sin alteraciones del metabolismo fosfoc�lcico. Se hall� concomitancia de tiroiditis de Hashimoto con hiperparatiroidismo sin relaci�n causal aparente o demostrable. En 1983 Lever y colaboradores hallaron una prevalencia del 50% para esta asociaci�n (6).
Aunque poco frecuente, la asociaci�n de tiroiditis de Hashimoto con Lupus Eritematoso Sist�mico est� bien establecida. Despu�s de los 50 a�os de edad el Lupus tiene una incidencia del 12% en la poblaci�n general. Se observ� presencia de Lupus Eritematoso Sist�mico (LES), con prevalencia 4:1 en mujeres respecto de los hombres, con presencia de anticuerpos antin�cleo, c�lulas LE positivas, y s�ndrome de Sj�gren agregado. El diagn�stico del s�ndrome de Sj�gren se confirm� por estudios centellogr�ficos de gl�ndulas salivales y por biopsia labial. Se hall� dep�sitos de IgA, IgG e IgM (inmunoglobulinas) y C3 en la membrana basal de la dermis, con anticuerpos antifracci�n microsomal positivos(17), y con dep�sito de "Mucina" en la dermis("mucinosis papilonodular de Gold"). Se trata de lesiones muy infiltrativas, poco inflamatorias, por un dep�sito intenso de mucopolisac�ridos �cidos en la dermis. Esto puede presentarse en el Lupus, pero aqu� el hipotiroidismo era concausa del dep�sito d�rmico de mucina. Un 57% de pacientes con L.E.S. present� alteraciones de la funci�n tiroidea (6,6% en hipotiroidismo).
En 1987, Jonsson y colaboradores hallaron tiroideopat�as y s�ndrome de Sj�gren asociados, con presencia de HLA B8 y DR3; no definieron si la afecci�n tiroidea era de etiolog�a autoinmune(7) pero el Sistema Mayor de Histocompatibilidad estaba involucrado.
Punci�n Biopsia de n�dulos en la tiroiditis de Hashimoto:
El m�todo diagn�stico de punci�n tiroidea ha ido cobrando importancia. Se considera que la punci�n tiroidea con aguja fina es un m�todo altamente sensible y espec�fico para arribar al diagn�stico. Se ha hallado n�dulos tiroideos en paciente de sexo femenino en forma prevalente, y la punci�n con aguja fina, bajo control ecogr�fico confirm� el diagn�stico de tiroiditis de Hashimoto en todos las casos(16). Se ha publicado informes acerca de la conveniencia de utilizar aguja gruesa o fina en las punciones tiroideas. Los pacientes sometidos a ambos m�todos (eran portadores de tiroiditis cr�nica autoinmune por detecci�n de anticuerpos antitiroperoxidasa). La citolog�a del material obtenido por biopsia en las punciones con aguja gruesa mostr� una sensibilidad del 62%, y una especificidad del 96,7%. El diag-n�stico definitivo de tiroiditis cr�nica autoinmune se bas� en la detecci�n de dichos anticuerpos (16). En una serie publicada (Ablan Frankline y Arch) de 1647 biopsias de lesiones difusas y nodulares, se recurri� a la opini�n de dos pat�logos para validar el m�todo. En este trabajo la patolog�a benigna result� la m�s frecuente de todas, tanto en las presentaciones nodulares como en las difusas (17).
Ecogr�ficamente la tiroiditis de Hashimoto suele presentar un agrandamiento no homog�neo de la gl�ndula, sin caracter�sticas espec�ficas. Se ha descripto un patr�n de micronodulaci�n en correlaci�n con los niveles s�ricos de anticuerpos. Esa micronodulaci�n tiene un 94% de valor predictivo positivo para el diagn�stico de tiroiditis de Hashimoto. El halo hiperecog�nico se explica por una capa de tejido fibroso perinodular. La tiroiditis de Hashimoto entra�a mayor riesgo de linfomas, cuya nodularidad es tambi�n hipo-ecog�nica. Existen falsos negativos en punciones de n�dulos de tiroiditis de Hashimoto que en el momento de la punci�n presenta t�tulos no dosables de anticuerpos antitiroideos (18).
Estudiando 9287 tiroidectom�as totales con una incidencia de tiroiditis de Hashimoto que presentan c�ncer, del 25,5%(4), pudieron distinguir que cuando esos n�dulos (de t. de Hashimoto), eran centellogr�ficamente "fr�os" el 32% conte-n�an c�ncer (1985, OH; R,A y Calandra DB)(4). De todos los c�nceres descriptos por punci�n tiroidea el 80% fueron c�nceres de estirpe "papilar", y el 20% fueron de estirpe folicular ( en el mismo trabajo referido).

Citopatolog�a:
La utilidad de la punci�n tiroidea con aguja fina ha sido demostrada brillantemente por la Dra. Elba Capriata. En el congreso Latinoamericano de Citolog�a reunido en Brasil, R�o de Janeiro, el 5 de noviembre de 1985, se premi� su trabajo acerca de ese tema. La Dra. Elba Capriata de Rizzolo una de las pioneras en esta t�cnica, y la abundancia de presentaciones en congresos, en publicaciones y libros, la distinguen como una indiscutible autoridad internacional en punci�n biopsia de la gl�ndula tiroides. El 9 de diciembre de 1989 fue premiada por su trabajo sobre citolog�a en diagn�stico de patolog�a tiroidea ("VII Congreso de Citolog�a")(21) . En septiembre de 1999 recibi� el premio del XIV Congreso Argentino de Citolog�a, por su trabajo sobre "Impacto de la punci�n Aspirativa con Aguja Fina bajo control ecogr�fico en patolog�a tiroidea"(23). En 1980 la Dra. Elba Capriata de Rizzolo se constituy� en la pionera de la citolog�a tiroidea por punci�n con aguja fina (noviembre 1980), fecha que marca el comienzo de este estudio mediante este m�todo. "Esta utilidad de la punci�n aspirativa con aguja fina en el diagn�stico del carcinoma de tiroides" (5 de noviembre de 1985) le vali� otro premio en el "VII Congreso Latinoamericano de Citolog�a". Desde entonces y hasta la actualidad esta cient�fica, orgullo de la medicina Argentina, continu� publicando sus experiencias sobre el tema. Se dedic� a punzar n�dulos de tiroides no aut�nomos(35)(36), n�dulos del hipertiroidismo y de la t. de Hashimoto, publicando distintas formas de hipertiroidismo en la t. de Hashimoto (31), estudio de n�dulos metast�sicos en tiroides(38) necrosis nodular y del bocio post punci�n tiroidea(39)(44)(49). En diciembre de 1992 public� el hallazgo de fibromatosis post quir�rgica como excepcional recidiva de un n�dulo tiroideo(40). Sus publi-caciones se refirieron a hallazgos en la edad infantojuvenil(37), en adultos(41) y en diferentes grupos et�reos(42). La descripci�n de carcinomas papilares en sus variedades "c�lulas altas"(44)(45) y su diferenciaci�n con el carcinoma papilar oncoc�tico(47) implican un complet�simo y variado enfoque de la utilizaci�n de la punci�n tiroidea, con aguja fina bajo control ecogr�fico (21 al 50).
Actualmente el endocrin�logo que recurre a este m�todo de diagn�stico descansa en la certeza de contar con las garant�as necesarias para serenar, tratar y acompa�ar al paciente.
La tiroiditis de Hashimoto exige el arte de la observaci�n y la ciencia de los maestros que poco a poco, (d�a a d�a) van abriendo resquicios por los que se deslizan conocimientos.
No es una enfermedad "sencilla". Considero que es la m�s curiosa e interesante de las tiroi-deopat�as aisladas.

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