Ha
transcurrido m�s de medio siglo desde que vieran la luz las publicaciones
de Mac Farlane
Burnet1,2
y Peter Medawar3
sobre la tolerancia inmunol�gica e
innumerables son los trabajos que
han intentado refrendar la teor�a,
as� como muchos otros registraron opiniones en contrario.
De
acuerdo a lo postulado por Burnet, en lo que se refiere a la selecci�n
clonal, los linfocitos
autoreactivos son eliminados
durante el proceso de diferenciaci�n en el timo. Sin embargo este proceso
no es absoluto y es cierto que linfocitos autoreactivos y autoanticuerpos
se encuentran
circulando en individuos normales
en estado de salud 4,5
sin que esta presencia induzca
patolog�a.
Muchas
son las inc�gnitas que no tienen respuesta a�n, por ejemplo, si lo
" propio" es identificado
durante la vida fetal �Qu�
sucede cuando ocurren los grandes cambios en la pubertad? Por otro lado,
la presencia de c�lulas autoreactivas dentro del repertorio de linfocitos
normales en muchas
especies animales, sugiere que la
autoinmunidad juega un papel importante en la homeostasis de los
organismos.
Cabe
preguntarse tambi�n �c�mo se convierten en tolerantes las c�lulas T
cuyas membranas presentan receptores para los complejos CMH + p�ptidos
que no est�n presentes en el timo?, o � porqu� los transplantes de h�gado
son tolerados m�s f�cilmente que los de piel?, y �por qu� los tumores
no son rechazados m�s a menudo?.
As�
fueron apareciendo durante este tiempo distintas concepciones acerca de lo
"inmunol�gicamente propio" que resumimos en la tabla 1 6,7,8,9
Algunas
afirmaciones probadamente documentadas hacen posible pensar hoy que la
discriminaci�n entre lo "propio" y lo "no propio",
mas que a una discriminaci�n obligada, responde
a un di�logo en el cual los
"actores" pueden jugar "roles" variables seg�n la
ocasi�n. Respecto a
esto, algunas observaciones nos
pueden ayudar a tener una opini�n.
1)
El mantenimiento de la integridad de un organismo vivo depende de la
existencia de
procesos cr�ticos como lo son por
ejemplo la cicatrizaci�n de las heridas, la reparaci�n de los
tejidos, la angiog�nesis, la
regeneraci�n celular y la eliminaci�n de las c�lulas anormales o de las
mol�culas no funcionales que est�n
presentes. El sistema inmunitario tiene una gran capacidad para mantener
el estado de equilibrio aun respondiendo a varias agresiones microbianas
concomitantes 10
y a pesar de la constante exposici�n
a auto ant�genos.
Estos
procesos son realizados en gran parte por las c�lulas inmunitarias y/o
por las mol�culas
producidas por ellas como los
anticuerpos, las citoquinas, las quemoquinas y las mol�culas de
adhesi�n; en s�ntesis es
necesaria la presencia de una "inflamaci�n regulada" para el
mantenimiento de la vida del organismo.

En
ese sentido aunque no son conocidos con profundidad, tienen una enorme
importancia los
mecanismos por los cuales luego de
producida una respuesta a ant�genos extra�os el sistema vuelve a un
estado de reposo en el cual el n�mero
y el estado funcional de los
linfocitos tambi�n vuelven a los niveles de preinmunizaci�n.
2)
Las c�lulas autoinmunes contribuyen al mantenimiento del organismo; hasta
aqu� se
aceptaba que el mantenimiento de
la integridad del organismo era responsabilidad de las c�lulas
correspondientes a la inmunidad
innata, sin embargo en el momento actual se sabe que por lo
menos en un �rgano las c�lulas
autoinmunes poseen un rol importante en el mantenimiento de
la integridad del sistema nervioso
central.
Al
respecto se sabe que por un lado las c�lulas autoinmunes dirigidas contra
la mielina son las
mediadoras responsables en la
encefalomielitis al�rgica experimental, una enfermedad desmielinizante
autoinmune del sistema nervioso central que ocurre luego de la inmunizaci�n
de animales con prote�na miel�nica b�sica y que sirve como prototipo
para el estudio de las enfermedades autoinmunitarias mediadas por c�lulas
T ant�geno espec�ficas 11,12 como
la esclerosis m�ltiple.
Estas
mismas c�lulas dirigidas contra la mielina son las que protegen al
sistema nervioso central de la degeneraci�n por injuria post traum�tica13,14.
3)
La autoinmunidad puede activarse espont�neamente por el da�o tisural,
aunque esta autoinmunidad
no lleva a la instalaci�n de una
enfermedad autoinmune15.
4)
Los individuos sanos poseen poblaciones de c�lulas T autoinmunes y
autoanticuerpos circulantes que se dirigen contra un conjunto limitado de
ant�genos propios16.
5)
La autoinmunidad se regula a s� misma para prevenir enfermedades
autoinmunes, esto se
aprecia en cepas de ratones
portadores de un transgen para un receptor de c�lulas T autoinmunes
espec�ficas para la mielina que
no desarrollan encefalomielitis al�rgica experimental 17.
En este
punto la presencia de un gen Rag
funcional parece permitir emerger a un peque�o n�mero de c�lulas T
reguladoras que resultan suficientes para bloquear a los efectos patog�nicos
de millones de c�lulas T antimielina que circulan por los organismos de
esos animales.
6)
Los ant�genos tumorales son en su mayor parte ant�genos normales propios
que son compartidos con otros tejidos y son reconocidos por las c�lulas T
citot�xicas, convirtiendo en su mayor parte a la inmunidad tumoral en
autoinmunidad18.
En
este sentido las investigaciones hacen constar que en muchos de los c�nceres
m�s comunes que se derivan de tejidos muy diferenciados como el melanoma,
el c�ncer de pr�stata, el c�ncer de
p�ncreas y el c�ncer de mama, la
inmunoterapia sobre ellos es capaz de provocar da�os colaterales por
autoinmunidad19.
7)
Las enfermedades autoinmunes son a menudo resultado de la activaci�n
desregulada de la
autoinmunidad natural20.
La
enfermedad autoinmune puede ser resultado de procesos no regulados,
habitualmente asociados con la curaci�n y no solamente resultado de la
muerte directa de c�lulas propias; la esclerodermia por ejemplo, resulta
de una inapropiada formaci�n de tejido cicatrizal, el pannus destructivo
de la artritis reumatoidea est� conformado por tejido cicatrizal y tambi�n
el exceso de angiog�nesis puede destruir a la retina en la uve�tis
autoinmune.
Todas
estas observaciones son comentadas en la publicaci�n de Cohen21,
quien postula que el
sistema inmunitario mantiene la
integridad del organismo a trav�s de todas las vicisitudes de la
vida, sin necesidad de hacer una
distinci�n absoluta entre lo propio y lo no propio, las mismas
se agregan a las efectuadas desde
1973 y a�os siguientes por Steinman22,23,24
sobre la morfolog�a,
ubicaci�n, distribuci�n y
funciones de las c�lulas dendr�ticas (CD), concluyendo �ltimamente con
la afirmaci�n de que el control
del sistema inmunitario por estas CD reside en la capacidad
de �stas de procesar c�lulas en
distintos estados de necrosis o en apoptosis, procesos de gran
trascendencia en el rechazo de los transplantes, en la autotolerancia
iniciada por la apoptosis, en la inmunidad por c�lulas infectadas por
virus o bacterias en proceso de muerte y en la inmunidad
tumoral25.
Existen
muchos datos que apoyan el concepto de que las c�lulas dendr�ticas son
extremadamente
especializadas en su funci�n de
presentadoras de ant�genos y que de acuerdo a su ontogenia y a su modo de
activaci�n pueden inducir tanto tolerancia como inmunidad espec�fica 17.
Tambi�n
hay muchos trabajos experimentales que apoyan el concepto de que las CD
activadas
pueden inducir enfermedades
autoinmunes. Por ejemplo las CD incubadas con tiroglobulina son
capaces de activar a la tiroiditis
autoinmune26,
o como ya se cit�, las CD incubadas con prote�na b�sica
miel�nica son capaces de activar una encefalitis al�rgica experimental27,
as� como la
vacunaci�n
contra tumores utilizando CD incubadas con ant�genos tumorales
compartidos con el
hu�sped
normal provoca enfermedad autoinmune severa28.
Lo
cierto es que las CD son eficientes estimuladores de los linfocitos T y B;
de �stas, las c�lulas
B
precursoras de las c�lulas secretoras de anticuerpos pueden reconocer
directamente ant�genos
nativos
a trav�s de sus receptores de c�lula B, en cambio los linfocitos T
necesitan que el
ant�geno
sea procesado previamente y presentado a ellas por las c�lulas
presentadoras de ant�genos
(CPA),
donde los receptores de c�lula T (de la membrana de los linfocitos T)
reconocen
fragmentos
de ant�genos unidos a mol�culas del complejo mayor de
histocompatibilidad (CMH).
Estas
mol�culas de CMH son de dos tipos distintos , CMH tipo I y CMH de tipo II
que
estimulan
respectivamente a los linfocitos T citot�xicos y a los linfocitos T
helper.
As�
los ant�genos intracelulares, virus y otros, son cortados en peque�os p�ptidos
dentro de las CPA
y unidos
a las mol�culas del CMH tipo I donde son reconocidas por los linfocitos T
citot�xicos
(LTC),
los que una vez activados son capaces de matar directamente a la c�lula
blanco.
Los
ant�genos extracelulares que hayan sido englobados y endocitados por las
CPA son
procesados
tambi�n de la misma manera pero se unen a las mol�culas del CMH de tipo
II con las
que son
presentadas a las c�lulas T helper, las que una vez activadas tienen gran
efecto inmunoregulatorio.
La
iniciaci�n de la inmunidad por c�lulas T se produce por el encuentro y
reconocimiento de
p�ptidos
en c�lulas infectadas ubicadas en cualquier lugar del organismo por estas
c�lulas T
que
circulan por la corriente sangu�nea.
La
presencia de los complejos formados por las mol�culas del CMH + ant�geno
en las c�lulas
infectadas
o en las tumorales es siempre peque�a (no m�s de 100 complejos por c�lula),
los que
deben
ser detectados por clonos de c�lulas T que tambi�n est�n en
concentraciones bajas
(1/100.000
c�lulas sangu�neas) a trav�s de los receptores de las c�lulas T (RCT)
que tienen baja
afinidad
con el complejo (1 �M o menos)22;
adem�s las c�lulas infectadas y las tumorales
pierden
habitualmente las mol�culas coestimuladoras coestimuladoras CD80, B7,
CD54, CD86, LFA3, ICAM-
1,3,
etc. que controlan la expansi�n clonal, la producci�n de citoquinas y el
desarrollo de las
c�lulas
killer. Las CD intervienen en este mecanismo en funci�n de su ubicuidad
en todos los tejidos y merced a la captura y procesamiento que hacen del
ant�geno, mostrando a posteriori en su superficie gran cantidad de
complejos CMH + p�ptido. Estas mismas CD activan a las mol�culas
coestimulatorias y comienzan a migrar hacia los ganglios linf�ticos, el
bazo y el resto de los �rganos linfoideos donde se comunican y activan a
las
c�lulas
T espec�ficas.
Como
reiteradamente lo dicen Banchereau y Steinman en sus publicaciones18
el sistema inmunitario no solo debe
atacar hacia lo que es "extra�o y aberrante" sino que para
evitar la autoinmunidad debe evitar la respuesta hacia "lo
propio".
Respecto
a este punto, las c�lulas T maduras no responden a los p�ptidos propios
que le son presentados porque durante su maduraci�n en el timo, este
proceso solo lo pueden cumplir las que no tienen afinidad hacia los ant�genos
pept�dicos que est�n en la gl�ndula, permiti�ndosele a estas seguir su
maduraci�n y entrar en la circulaci�n, el resto entra en apoptosis.
Surge
aqu� la circunstancia de que no todos los ant�genos est�n presentes en
el timo, y son las CD las que previenen la activaci�n de las c�lulas T
que de otra manera actuar�an por ejemplo contra las c�lulas del cerebro
o del p�ncreas que contienen p�ptidos "no registrados"
provocando una esclerosis m�ltiple o una diabetes.
Algunos
Datos Morfol�gicos y Funcionales de las C�lulas Dendr�ticas
Las
c�lulas dendr�ticas fueron descriptas por Langerhans como c�lulas de la
piel en 186829,
pero solo desde hace 25 a�os
empez� a conocerse su importancia funcional. Su morfolog�a �nica y
su motilidad, tan particular, que
dan origen al nombre dendr�tica, var�an en parte de acuerdo a la
ubicaci�n
dentro de la econom�a y adem�s de acuerdo a su nivel de maduraci�n.
Esta forma
particular
est� de acuerdo con sus funciones de capturar ant�genos y seleccionar a
las c�lulas T
ant�geno
espec�ficas30.
Originadas
en la m�dula �sea a partir de un grupo de c�lulas CD34+ que da origen
tambi�n a todas
las dem�s
c�lulas de la sangre, colonizan a todos los
tejidos como c�lulas inmaduras, en dos subpoblaciones, una epid�rmica o
c�lulas de
Langerhans
caracterizadas por la presencia de los gr�nulos de Birbeck y otra de
ubicaci�n
intersticial
denominadas c�lulas dendr�ticas, teniendo como diferencia substancial
entre los dos
grupos
que las �ltimas son las �nicas capaces de activar a las c�lulas B para
la producci�n de
anticuerpos.
Se
las encuentra en todo el territorio del organismo pero cuando est�n fijas
in situ Vg. en la
piel,
las v�as a�reas, el intestino, el h�gado o en los tejidos linfoideos
son estrelladas, en cambio
cuando
se las a�sla muestran numerosas finas dendritas o in vivo, con contraste
de fase se ven
procesos
vellosos que se extienden en todas direcciones con extensiones o
retracciones que
perduran
hasta 24 horas.
Las
CD diferenciadas pueden inducir la activaci�n de las c�lulas T, las que
una vez activadas pueden completar la respuesta inmunol�gica
interactuando con otras c�lulas, como los linfocitos B para la formaci�n
de anticuerpos, los macr�fagos para la liberaci�n de citoquinas o con
las c�lulas blanco para provocar su lisis.

Figura
1
Proliferaci�n,
maduraci�n y migraci�n de las C�lulas Dendr�ticas. Seg�n Steimann.
(The
Mount Sinai Journal of Medicine. 2001; 68:160-166)
Las
formas inmaduras de las CD en cambio tienen mucha menos capacidad para
activar linfocitos T siendo en cambio especializadas en capturar y
procesar ant�genos completando as� las dos
funciones
claves de las CD, primero manipular ant�genos y segundo estimular c�lulas
T.
Normalmente
en las reacciones de histocompatibilidad los linfocitos del presunto dador
y el receptor reaccionan uno a uno entre ellos, en cambio si se utilizan
CD, una de ellas es capaz de activar a una cantidad de entre 300 a 3000 c�lulas
T, lo que evidencia la funci�n de iniciadoras de la inmunidad.
Esta
funci�n activadora no s�lo la ejercen con las c�lulas cuyos CMH no son
compatibles sino que
tambi�n
accionan cuando est�n presentes prote�nas extra�as, superant�genos u
otras
prote�nas
microbianas que no requieran procesamiento por el CMH incluyendo agentes
infecciosos
y tumores.
Una
de las razones por las que las CD son excelentes CPA es que son capaces de
capturar
con
mucha facilidad ant�genos del medio que las rodea, ya sea en forma de
part�culas o microbios
por
fagocitosis, adem�s con lo que capturan forman ves�culas pinocit�ticas
grandes que
contienen
l�quido extracelular y solutos que conforman lo que se llama
macropinocitosis , por
�ltimo
cabe agregar que estas CD tienen receptores para la lectina como los que
poseen los
macr�fagos
para la manosa.
El
ant�geno capturado sufre una desintegraci�n y se forman grandes
cantidades de CMH + ant�geno que se muestran en forma inmediata en la
membrana de las CD gracias a la abundancia de compartimentos CMH-II que
existen en las CD inmaduras.
Para
provocar la generaci�n de c�lulas killer citot�xicas, las CD tienen que
presentar a los
linfocitos
CD8+ los p�ptidos en forma de complejos unidos con las mol�culas del
CMH-I en
las
CD infectadas; los virus utilizan a la maquinaria de la misma c�lula para
sintetizar las
prote�nas
virales, luego �stas son degradadas dentro del proteosoma y mediante la
intervenci�n
de
un p�ptido transportador, los mismos son llevados desde el citosol al ret�culo
endopl�smico
donde
son unidos a las mol�culas de CMH de clase I y posteriormente tambi�n
son exhibidos en
la
superficie de la membrana de las CD para capturar all� c�lulas T. Es
posible que un
mecanismo
similar se utilice para los ant�genos de las c�lulas tumorales o las
transplantadas.
Luego
de seguir cualquiera de �stas u otra v�a de activaci�n, las CD tienen
que viajar hasta los
tejidos
linf�ticos donde completan su maduraci�n, atraen a las c�lulas T y B y
por liberaci�n de
quemoquinas
mantienen la viabilidad de la recirculaci�n de los linfocitos T.
Aun
en ausencia de activaci�n estas CD siempre est�n presentes en los linf�ticos
aferentes pero no en los eferentes, lo que indica que la mayor�a de las
CD mueren dentro del tejido linfoide.
En
la sangre existen dos subgrupos de CD posiblemente destinadas a activar
distintos tipos de
c�lulas
B y T; las que migran al h�gado, salen luego hacia los ganglios cel�acos
y desde el
intestino
van hacia los ganglios mesent�ricos.
Los
virus y las bacterias inhaladas movilizan r�pidamente a las CD para que
entren en los
epitelios
de las v�as a�reas a una velocidad igual que la de los neutr�filos.
Dejamos los aspectos
morfol�gicos
y funcionales de las CD, remitiendo al lector a los trabajos citados para
ampliar la
informaci�n
sobre este tema.
Las
Se�ales de Peligro
Para la iniciaci�n de las respuestas inmunol�gicas
tanto primarias como secundarias es necesaria la activaci�n de las CD 35,
pero una de las inc�gnitas m�s importante es precisamente cuales son
estas se�ales, cuales son las se�ales que llevan a la maduraci�n y
migraci�n de estas c�lulas y como hacen para saber hacia donde tienen
que migrar.
Las
CD residen en todos los tejidos del organismo permaneciendo en un estadio
inmaduro, per�odo
en
los que poseen altas concentraciones de receptores Fcg y Fce (receptores
del fragmento
Fc
de los anticuerpos G y E) en su superficie y durante los cuales se ven
involucrados en
fagocitosis
y macrofagocitosis, procesos que les permiten �probar� todos los
solutos del medio
ambiente34
que las rodean.
Mientras
permanecen en este estado las CD presentan muy peque�as cantidades de mol�culas
del
CMH y otras mol�culas marcadoras de superficie (CD40, CD54, ICAM-1, CD58,
LFA-3,
CD80
y CD86)36, normalmente quiescentes, estas CD comienzan a migrar a trav�s
de alg�n tejido en respuesta a la presencia de citoquinas como el TNF-α,
IL-1β, IFN-α, la prote�na macr�fagica
inflamatoria-1α
(MIP-1α).
Una
vez que las CD entran a un sitio junto con otras CPA como los macr�fagos,
pueden tomar
part�culas
y comenzar a madurar17, este proceso disminuye la habilidad de las CPA para
posteriores endocitosis de mol�culas y permite a las CD comenzar a
presentar p�ptidos sobre los recept�culos de las mol�culas CMH-I y
CMH-II.
Este
per�odo de maduraci�n toma solo 24 horas y durante este tiempo las CD
comienzan a moverse hacia los �rganos linfoides como los ganglios y el
bazo.
Dentro
de estos �rganos linfoideos estas CD son expuestas a millones de c�lulas
T naive36 , all� los
complejos
compuestos por los p�ptidos y los CMH son presentados en la superficie de
las CD
logr�ndose
contactos con los receptores de las c�lulas T (TCR) hasta localizar uno
capaz de
�reconocer
al p�ptido presentado.
Cuando
este contacto se logra, se acepta que comienza la respuesta inmune con lo
que se ha dado en llamar se�al 137; esta se�al no es suficiente para activar a una c�lula T
naive, necesit�ndose una segunda se�al que involucra a la reacci�n de
adhesi�n y las mol�culas coestimulatorias con la c�lula T a lo que se
denomina se�al 238.
Desde
1994 un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Salud de EE.UU.39ha
propuesto
a las se�ales de peligro como parte del modelo de inmunidad sugiriendo
que el sistema
inmunitario
responde a las sustancias que causan �da�o� m�s que a aqu�llas que
son simplemente
�extra�as�.
Algunas de �stas son se�ales end�genas de peligro40 (tabla 1) que
se liberan en los tejidos que sufren alg�n stress, da�o o por medio de c�lulas
en proceso de muerte no apopt�tica, pero tambi�n existen se�ales ex�genas
de peligro (tabla 2) que son elaboradas por los g�rmenes pat�genos.
Dentro
de las se�ales end�genas se consideran:
Las
prote�nas por shock de calor o prote�nas de stress o HSP que se expresan
cuando las c�lulas
son
estresadas por calor, por p�rdida de flujo circulatorio o por acci�n de
metales pesados entre
otras
circunstancias. Cuando estas condiciones existen las HSP se unen a las
prote�nas desnaturalizadas previniendo la formaci�n de agregados patol�gicos41.
Recientemente se ha demostrado que las c�lulas necr�ticas, pero no las
apopt�ticas pueden liberar HSP y que ellas, las
necr�ticas,
pueden activar a las CD42
Los
nucle�tidos intracelulares como el ATP y UTP, cuya funci�n es actuar en
el metabolismo
energ�tico
y que normalmente son acumulados en el citosol, pueden ser liberados por
una gran
cantidad
de c�lulas en condiciones de hipoxia, isquemia, inflamaci�n o aun por
estr�s mec�nico,
sustancias
que una vez libres pueden activar a las CD por s� mismas o en conjunto
con el TNF-α.
Las
sustancias intermediarias ox�geno reactivas, que pueden activar a
NF-κB
Los
productos de la ruptura de la matriz extracelular Los neuromediadores
como el p�ptido vasoactivo intestinal (VIP) y las citoquinas y los
interferones, como el TNF-α y la IL-1β; en estos casos ambas
sustancias son producidas por las c�lulas T activadas o las CD y act�an
como se�ales de retroalimentaci�n. Sin embargo, ambas sustancias son
tambi�n se�ales principales de peligro. Por ejemplo, la Il-1 es inducida
en los queratinocitos por los est�mulos inflamatorios, y
el TNF-α es producido por el miocardio da�ado43
a punto tal que la
presencia en suero de un
activador
de las CD podr�a ser la raz�n por la que tan a menudo se detectan
autoanticuerpos contra las c�lulas mioc�rdicas luego de un infarto
agudo.
Se
postula tambi�n que las CD pueden ser activadas por el da�o o
simplemente el sufrimiento
de
ellas, las CD como c�lulas, por ejemplo, por la acci�n de compuestos
varios como
NiCl2,
MnCl2, CoCl2 o el SnCl2 que inducen la maduraci�n de las CD, y que
bloquean los canales
i�nicos
de las membranas celulares interfiriendo en el metabolismo energ�tico.
Tambi�n entran
dentro
de esta categor�a distintos alergenos como el trinitroclorobenzeno (TNCB)
o el dinitroclorobenzeno (DNCB).
�ltimamente
ha sido posible demostrar que la se�al end�gena de peligro que parte de
las c�lulas
en
sufrimiento reside en la presencia en ellas del �cido �rico que es el
resultado final del
metabolismo
de las purinas cuando se degradan el ADN y el ARN de las mismas44.
Lo
Propio, Lo No Propio y El Peligro
Es
de inter�s aqu� recapitular las ideas sobre �lo propio� y �lo no
propio� y su posible vigencia hoy
luego
de m�s de cincuenta a�os de elaborada la teor�a.
Fue
Burnet quien propuso que las c�lulas B transportaban receptores ant�geno-espec�ficos
y
que
la interacci�n de �stos con el ant�geno encend�a una se�al (hoy
conocida como se�al 1) 1
que
era suficiente para activar a las c�lulas B e iniciar una respuesta
inmunol�gica, agregando
m�s
tarde que para que las respuestas fueran dirigidas contra lo �no
propio� las c�lulas
autoreactivas
son eliminadas en forma temprana2.
Esta
idea perdur� hasta 1969, momento en el que se agreg� una nueva c�lula
al modelo, fue cuando Bretscher y Cohn45
postularon que las
c�lulas B luego de la activaci�n por el encuentro con un ant�geno,
sufren una hipermutaci�n de sus receptores ant�geno espec�ficos
pudiendo llegar al
desarrollo
de una autoinmunidad, para evitar esto sugirieron y demostraron que exist�a
una segunda se�al, (se�al 2) que denominaron �help� a partir de un
linfocito helper, y que de no recibirla en forma r�pida la c�lula B
muere.
Hoy
se sabe que el linfocito B toma el ant�geno al cual se uni�, lo
internaliza, lo procesa y lo
reexpresa
en forma de complejo CMH-II + ant�geno a la espera del reconocimiento por
la
c�lula
T helper, la que luego env�a se�ales de ayuda utilizando las mol�culas CD40,
IL-2, IL-4,
IL-5.
Para esto la c�lula B s�lo puede esperar alrededor de 24 horas, lapso
despu�s del cual si no
ha
recibido la se�al de ayuda, muere. En 1974 Cunningham y Lafferty
modificaron este
esquema
agreg�ndole otra c�lula, a la que denominaron �c�lula accesoria�46 y
que
corresponde
a las CPA de hoy, sumando as� otra se�al, la de �coestimulaci�n�
(se�al 3), el dilema
que
pretend�an resolver era que existe la demostraci�n de que las c�lulas T
responden
mucho
m�s fuertemente a una c�lula perteneciente a su misma especie que a una
de otra
especie.
Para
esto, los autores propusieron que la c�lula T necesita una �se�al
coestimulatoria� que es
provista
por la c�lula CPA, pasaron entonces trece a�os hasta que en 1987 se
lograra el
descubrimiento
de la existencia de las �mol�culas coestimulatorias� B7.1, B7.2,
CD28, CTLA-4,
CD40
y sus ligandos.
La
explicaci�n de esta tardanza en el descubrimiento la encuentra Matzinger48 precisamente
en
que este razonamiento no encajaba en la teor�a del modelo �propio-no
propio�, porque la
coestimulaci�n
llega desde las CPA que no pueden distinguir entre lo propio y lo no
propio
debido
a que ellas no tienen receptores ant�genoanticuerpo clonalmente
distribuidos.
Este
aspecto crucial fue dilucidado por Charles Janeway (Jr) en 1989 al
expandir el concepto de
�propio
y no propio� incluyendo un conjunto de c�lulas codificadas gen�ticamente
capaces de
reconocer
elementos no propios distantes en la evoluci�n49.
Para
poder explicar esto Janeway propuso y se demostr� luego, que las CPA
expresan en la
superficie
de la membrana �receptores de reconocimiento de patentes� (RRP) que
reconocen
secuencias pept�dicas conservadas de mol�culas encontradas s�lo en
�organismos
evolucionariamente
distantes�, como las bacterias, tal es el caso de los lipopolisac�ridos
(LPS).
El
contacto con estas patentes de ant�genos induce la activaci�n de las
CPAque est�n en reposo, �stas internalizan al ant�geno, lo procesan y
reexpresan a los ant�genos bacterianos como p�ptidos en las mol�culas
del CMH clase II, las que a su vez activan a las mol�culas
coestimulatorias para
activar
a las c�lulas T e iniciar la respuesta inmune adaptativa. Pero todo este
esfuerzo de los investigadores de la segunda mitad de la centuria anterior
no puede explicar la respuesta inmunitaria a los transplantes y a los
tumores.
Para
poder contestar a esto la investigadora del Instituto Nacional de Alergia
y Enfermedades
Infecciosas
del NHI, Polly Matzinger propone abandonar el punto de vista de control de
lo
�propio-no
propio� para
tomar la idea del �modelo del peligro�50
, bas�ndose
en la idea de
que
las se�ales controlantes son end�genas y no ex�genas, por lo que las se�ales
de alarma
estar�an
dadas por los tejidos estresados o injuriados.
Como
ella misma lo explica, para seguir con la tradici�n agrega una nueva c�lula
al esquema y
otra
se�al. Introduce en el di�logo a cada tejido del organismo, sugiriendo
que en �ltima instancia,
�sas
son las c�lulas que controlan a la inmunidad, d�ndoles el car�cter de
�ltimas porque no quedan en la econom�a otras c�lulas fuera del
esquema.

Figura
2 Esquema de activaci�n del sistema inmunologico . Seg�n Matzinger (Scand
J. Inmunolog 2001-5414-9)
Propone
que las c�lulas normales de todos los tejidos del organismo, cuando
sufren un estr�s
env�an
una se�al que ella denomina de �peligro� o �alarma� o �se�al
cero� que sirven para activar a
las
CPA, asumiendo entonces que estas c�lulas no son capaces per se de enviar
se�ales
coestimulatorias,
sino que necesitan ser activadas por la �se�al de peligro�.
Sin
embargo, al contrario del modelo ampliado de �propio-no propio�, que
sostiene que una se�al de lo �no propio� es esencial, el �modelo
del peligro� sugiere que el estado de la activaci�n de una CPA depende
de la salud de las c�lulas en su vecindad.
Las
c�lulas sanas no env�an se�ales de peligro y de hecho, pueden enviar se�ales
que �apagan� o
�tranquilizan�
a las CPA locales, mientras que las �c�lulas da�adas�, entendiendo
por tales a las
c�lulas
que se da�an anormalmente, o que mueren por una muerte anormal no apopt�tica,
o se
destruyen
necr�ticamente51, deben activar a las CPA.
En
contraposici�n a esto, las c�lulas que mueren por un proceso de la
�muerte normal� o �muerte
programada
por mecanismo apopt�tico� env�an la se�al de �ingi�ranme� a una
c�lula vecina sin
inducir
la expresi�n de se�ales de coestimulaci�n. De esta manera la idea de
Matzinger es que la
noci�n
de �extra�o� de un germen pat�geno o una toxina no es
relevante para la activaci�n de
una
respuesta inmune. De hecho un agente extra�o que no provoque injuria no
evoca una
respuesta,
m�s all� de lo diseminado que est� en el organismo, en cambio una
anormalidad
fisiol�gica
que provoque �estr�s� o �injuria� en cualquier
tejido y en �cualquier intensidad� va a
provocar
una respuesta a�n en �ausencia de lo extra�o�.
Seg�n
lo que expresa la autora... �este cambio de punto de vista podr�
explicar el mecanismo de las se�ales de alarma, la necesidad de los
adyuvantes en las vacunas, como el sistema inmunitario
puede
adaptarse constantemente a los cambios de �lo propio�, por qu� la
madre no rechaza a su feto, porqu� los transplantes son rechazados, por
qu� los tumores no son rechazados com�nmente a�n cuando sus c�lulas
transporten �ant�genos extra�os espec�ficos tumorales�,
porqu� a
menudo
respondemos pobremente a las parasitosis, tambi�n explicar�a la
diferencia entre
la
tolerancia oral y la vacunaci�n oral, la diferencia entre la terapia g�nica
(sin respuesta
inmunitaria)
y la vacunaci�n con ADN, las causas de la enfermedad de injerto versus hu�sped;
las
causas
de las enfermedades autoinmunes, la alergia, la anergia y el asma, y
finalmente las
respuestas
inmunitarias que ocurren en ausencia de peligro....52�
Quiz�s
sea necesario pensar como lo hace Cohen 20,
que �...existe un �di�logo inmunol�gico� debido a que el
sistema inmunitario intercambia continuamente se�ales moleculares con su
interlocutor, el organismo.
Adem�s
tanto el organismo como el sistema inmunitario ajustan constantemente su
conducta a
la
luz de las se�ales que uno recibe del otro. Y no hay nada de m�gico en
esas se�ales; son
meramente
ant�genos, anticuerpos, mol�culas accesorias, citoquinas, quemoquinas,
mol�culas
de
adhesi�n, mediadores inflamatorios, enzimas, receptores libres o de
membrana, factores del
complemento,
factores de la coagulaci�n, glicosaminoglicanos, mol�culas lip�dicas,
esteroides
y hormonas proteicas y todo el resto de los agentes que influencian la
conducta mutua de las c�lulas inmunol�gicas y los tejidos celulares,
creando finalmente un �sistema reactivo�, el
sistema
inmunol�gico 20 .....�.
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