SOCIEDAD
 DE MEDICINA INTERNA
 DE BUENOS AIRES

           Revista de la Sociedad de Medicina Interna
          de Buenos Aires

El Clínico y su relación con el enfermo alcohólico
 Dr.Luis M. Carnelli

El médico debe prestarse para formar una relación muy estricta con el enfermo alcohólico dado que la relación médico-paciente en muchos casos ha sido invocada por el mismo enfermo al concurrir a la consulta. El paciente puede llegar ha tener un conocimiento cabal de que las diferentes manifestaciones de esta enfermedad se relacionan con su hábito de beber, debiendo en este caso el profesional ser cuidadoso para informar al consultante de este hecho sin que el mismo se sienta agravado por esta circunstancia. Es más, en virtud de la semiología presente y de algunos datos de laboratorio, justificarán al médico a hablar con cierta seguridad y por supuesto, autoridad acerca de la etiología de la enfermedad fortaleciendo, de esta manera, la relación con el paciente y predisponiendo a éste a aceptar más fácilmente las sugerencias del profesional. Pero hay algo que debemos remarcar y es que el médico debe estar preparado, en virtud de su información, a abandonar cualquier idea preconcebida que pueda tener sobre los alcohólicos, como ser por ejemplo, que están marcados genéticamente, que son constitucionalmente inferiores, indignos de confianza, mentirosos o de alguna manera, gente enferma frente a la cual se puede incurrir en una actitud de indiferencia, menosprecio, e inclusive de agresividad.
Por supuesto que todos los médicos hemos visto algunos alcohólicos que encajan perfectamente con los términos peyorativos utilizados anteriormente. Mas lo que es llamado mentir en algunos alcohólicos, es en realidad, la negación del hábito porque el individuo no puede resolver de ninguna otra forma el conflicto que su hábito de beber representa, en suma, no tiene asumida su enfermedad. De ahí que el médico, en armonía con su rol, debe comportarse como una autoridad informada que adopta una posición objetiva y científica más que discurrir sobre los conceptos morales y emotivos de la vida corriente.
En otras oportunidades el paciente llega al médico en forma totalmente diferente proponiendo directamente que su problema es la bebida, lo cual puede facilitar, desde ya, la relación. En este sentido el paso siguiente para mantener y fortalecer la relación médico-paciente es la elección del lenguaje. Es una regla de oro no usar, en lo posible, al menos en principio, la palabra alcoholismo o alcohólico, siendo las razones obvias dado que el enfermo tiene su propio significado acerca de tales términos que a menudo para él representan implicaciones de tremenda conceptualización. La actitud del médico debe ser escuchar con simpatía la historia del paciente acerca de sus dificultades y enfermedades. Desde ya, en la medida de lo posible, puede resultar de extraordinaria utilidad la consulta a los familiares. 
En lugar de decir “usted es un alcohólico” el médico hará comentarios acerca de la sintomatología clínica que pueda presentar el paciente relacionándola con la ingesta de alcohol que hace el mismo.
En el transcurso de la relación el médico no planteará, en principio, que le está prohibiendo la bebida de por vida, sino que aconsejará que deje de beber, por ejemplo, durante seis meses para, una vez que haya abandonado la ingesta por completo para la época indicada, charlar sobre la futura relación con la bebida alcohólica por parte del enfermo. Esta posición por parte del médico tiene la ventaja de porporcionarle al paciente que está en carrera alcohólica la esperanza de que no sufriera para siempre el deseo insatisfecho de beber.
Es importante invitar al enfermo a reflexionar sobre su patología y preguntarle qué piensa que puede reservarle el futuro si él sigue tomando. Es muy probable que entonces, voluntariamente ofrezca la perspectiva de que se vendrá abajo. Si dudara de tal posibilidad, el médico con cautela y suavidad, comentará que es difícil creer que ocurra de otra manera dado el conocimiento general de su enfermedad. Por supuesto, se le planteará que es muy posible que no haya ocurrido nada irreversible y le acentuará la idea de que con la abstinencia desaparecerá el deterioro de sus relaciones sociales y que su salud general mejorará en forma evidente como lo podrá ver por sí mismo en poco tiempo.
Se le explicará que existen dos etapas. En la primera de ellas y por espacio de unos pocos días, ayudado en este sentido especialmente en el hogar, deberá sobreponerse a su necesidad de seguir bebiendo alcohol, lo cual le podrá inclusive traer alguna molestia física pero que quizá lo mejore en forma inmediata de otras y que constituye la dependencia física a la droga y a la cual puede sobreponerse.
La segunda etapa es la más larga y consistirá en librarlo de su deseo de beber, o sea, olvidar el hábito, para lo cual deberá comprometerse a tratar de tomar conocimiento de cómo llegó a beber tanto que se volvió dependiente. Desde ya el clínico buscará colaboración del médico psiquiatra cuando el caso así lo requiera, pero debe tener conciencia de la enfermedad alcohólica como de tantas otras que se le plantean a diario con todas las complejidades reconocidas en esta patología tan particular.

Dr. Luis M. Carnelli