Revista de Medicina Interna
                  

                      Volumen 1  -  Número 2

¿Qué hacemos con nuestros abuelos?
Dr. Hugo Sprinsky

La población mundial creció en el último siglo más que en los dos últimos milenios. Este aumento de la población mundial sucede tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo.

Si se tiene en cuenta que la tasa de fecundidad y de natalidad ha decrecido en los últimos tiempos, ¿a qué se debe este fenómeno?. La respuesta sería a una disminución de la tasa de mortalidad como resultado de una suma de factores vinculados a la mejora en la expectativa de vida.

Hoy el ser humano es uno de los seres del reino animal con mayor tiempo de vida. Un ciudadano de la Antigua Grecia podía vivir no más de 30 años. Hoy la expectativa de vida oscila entre los 70 y 80 años, dependiendo del lugar que nos toque vivir.

En la Argentina esta expectativa es hoy en promedio de 74 años para el hombre y algo más para la mujer.

En la actualidad viven en el mundo, alrededor de 600 millones de personas mayores de 60 años, estimándose que para el año 2020 esta cifra ascienda a los 1000 millones.

No cabe duda de que en el siglo XXI la población seguirá creciendo y eso será mayormente a expensas del grupo etario de mayores de 65 años (algunos informes señalan un crecimiento de 2% anual); debiéndose tener en cuenta una población de mayores de 80 años considerable.

El envejecimiento es un proceso inexorable e irreversible, que comienza según algunos autores alrededor de los 35 años y una vez que se desencadena no interrumpe su curso. La ciencia no ha podido evitar el desencadenamiento de este proceso, pero sí ha podido modificar su ritmo.

Sin duda, el desafío de la medicina es prolongar o prorrogar el proceso del envejecimiento en forma saludable. Habrá que prepararse para ser un profesional calificado para atender no sólo a la persona de la tercera edad, sino también a esta nueva población mayor que algunos la llaman cuarta edad. La manera de garantizar una vida larga y con mejor calidad es a través de una prevención temprana que trate de evitar una vejez enferma y discapacitante.

Por otro lado es importante culturalizar a la población joven (el envejecimiento no es un problema de mayores sino de jóvenes); a fin de entender que la modificación de ciertos hábitos (alimentación, estilo de vida, control de factores de riesgo, etc.), influirán en el resto de sus vidas y otros factores no modificables como el sexo, carga genética, antecedentes heredo familiares, intervendrán también en el proceso de envejecimiento saludable o no.

Una persona a partir de los 50 años, comienza a definir la calidad de vida de las décadas por vivir. No cabe duda de que la medicina a través de los avances en cuanto al conocimiento, explica en buena medida esta mayor expectativa de vida; lo que no es seguro es si la medicina está capacitada para asegurar una larga calidad de vida. Se puede correr el riesgo de tener una vejez larga pero enferma y dolorosa.

En un trabajo que realizamos durante el año 1997 y 1998 en un seguimiento de pacientes internados mayores de 80 años, observamos que de los que fueron dados de alta, la mitad falleció antes de los 6 meses y el 67% antes del año.

Una de las lecturas de este trabajo es que la ciencia médica está capacitada para compensar a un paciente mayor, pero complicada por lograr la estabilidad a lo largo del tiempo.

¿Está entonces preparado el mundo para este desafío? ¿Existen políticas de estado respecto de la longevidad y envejecimiento de la población?

Nuestra impresión es que la sociedad no está preparada para recibir una "oleada" de mayores sanos, y menos lo está para tratar un número significativo de mayores enfermos, y este es uno de los grandes desafíos.

Los gobiernos deben tener políticas dirigidas a este fenómeno demográfico. Políticas que abarquen la integración al sistema de personas mayores que siguen estando en condiciones de experiencia y sabiduría.

Hoy por hoy la soledad y la falta de actividad intelectual y física no deseada por la sociedad que prioriza lo joven como objetivo perpetuo vivido hace que llegar a "viejo" sea vivido como una condena.

Si bien esta característica demográfica poblacional es importante, no es la única. El aumento de la incidencia de enfermedades oncológicas sobre todo en pacientes jóvenes, una curva de mortalidad infantil que no decrece, una mortalidad alta en el grupo de adolescentes, particularmente por accidentes previsibles, una nueva epidemia, el SIDA, la vieja tuberculosis, la diabetes, la obesidad, los desastres naturales, las muertes y discapacidades relacionadas con las guerras y el terrorismo son algunos de los ejemplos que desafían a los médicos y a la sociedad en este siglo XXI.

Dr. Hugo Sprinsky

Presidente de la Sociedad de Medicina Interna de

Buenos Aires